jueves, 13 de agosto de 2009

Juantxo Domínguez: cerca de un millón de españoles, en la órbita de las sectas


Según la organización Largantza, en España ya serían más de un millón de personas las que han caído en las redes de casi trescientas sectas. Lo más alarmante, según los expertos, es que nadie hace nada por evitarlo. Lo cuenta José Antonio Méndez en el portal informativo católico Religión en Libertad.

Una de las peculiaridades del modo de vida occidental es intentar suplantar la dimensión espiritual del hombre con el disfrute de cualquier realidad tangible. Esta forma tan frívola de vivir suele provocar depresiones e infelicidad. Y ante esto, muchos desaprensivos aprovechan la desorientación religiosa para fundar sectas, captar adeptos y lucrarse gracias a la manipulación mental de sus seguidores. En un ambiente tan marcado por el consumismo como el nuestro, hay quien ya ha encontrado el código de barras de nuestra sociedad: individualismo, necesidad de sentirse aceptado, información sin formación y un nivel económico capaz de adquirir casi cualquier cosa.

Precisamente porque hay necesidades que la economía y la política no pueden satisfacer, son muchos los hombres y mujeres que acuden a la llamada de espiritualidad y felicidad moral que santeros, líderes pseudorreligiosos y grupos de manipulación psicológica lanzan al aire como respuesta a todas las preguntas. Según Juantxo Domínguez, presidente de Largantza, una organización dedicada al estudio, identificación y prevención de sectas, cerca de un millón de españoles pertenecen a algún grupo sectario o de manipulación psicológica. De todos ellos, entre trescientos y cuatrocientos mil adeptos participan activamente en sus actividades y les dedican la práctica totalidad de su tiempo personal.

La secta, antes que la vida

En palabras de Juantxo Domínguez, «son personas que dedican 24 horas diarias al grupo sectario. Llegan incluso a dejar sus trabajos, abandonar a sus familias y donar todos sus bienes al grupo o al líder. Lo dejan todo y anteponen la secta a su propia vida». El resto de individuos, esto es, unos seiscientos mil españoles, sólo ha tenido experiencias aisladas y voluntarias a través de cursillos de formación, encuentros de fin de semana o asistencia a algún tipo de rito. Delitos impunes. Aunque las actividades de muchas de estas sectas son aparentemente inocuas para la sociedad, producen un gran daño al individuo.

Desde Largantza se denuncia que la base de todos estos grupos es la anulación de la personalidad, la manipulación moral y mental y la violación de Derechos Humanos como el derecho a la libertad personal, a la libertad de expresión o a la propiedad privada. Eso en el mejor de los casos, porque Domínguez no duda en afirmar que hay menores, hijos de miembros de la secta que son «inducidos por sus padres a entrar, anulando su libertad, privándolos a veces de estar escolarizados e incluso maltratándolos físicamente».

Donaciones «voluntarias»

Sin embargo, ciertos delitos no quedan en lo meramente personal. La obtención de grandes cantidades económicas por medio de «donativos voluntarios» -en muchas ocasiones, obligatorios- dan lugar, según Domínguez, a imperios fiscales que burlan la justicia con triquiñuelas y estafas. La Iglesia de la Cienciología, prohibida en Francia y Alemania, pero que actúa libremente en nuestro país, ha tenido que vérselas con la Hacienda gala por acusaciones similares. Manuel Guerra, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), y uno de los máximos expertos en sectas de nuestro país, también denuncia que este grupo tiene un gran patrimonio que le permitió ganar con la publicación del libro Dianética, cerca de 100.000 euros entre los años 1952 y 1995.

Sea como fuere, lo realmente grave es que aunque nuestro Código Penal tipifica delitos contra la libertad física, amenazas y coacciones o el maltrato psicológico, en el caso de las sectas los Cuerpos de Seguridad no suelen intervenir por falta de denunciantes y de medidas concretas que combatan sus actos. «Es una especie de cajón desastre en el que entran delitos contra la salud, la libertad, de intrusismo profesional...», afirma Domínguez, quien propone como solución «crear un observatorio nacional y tipificar el delito de manipulación mental, como ocurre en Francia». Y sobre todo, informar a la población. Para eso, «las clases de religión enseñarán a los jóvenes a distinguir entre una secta, una filosofía y una práctica religiosa constructiva».

Fuente: Info-RIES nº 145 (12/08/09).

No hay comentarios: