La controvertida agrupación religiosa Creciendo en Gracia, que sostiene que su líder es Dios en la Tierra, Jesucristo hombre y el Anticristo, está muy activa en la Argentina.
La secta de José Luis De Jesús Miranda ya tiene seis sedes, dos de ellas en el Gran Buenos Aires. El diario Perfil participó del culto en uno de los “centros educativos” de una secta creada por un portorriqueño con un pasado de cárceles y drogas, y a quien la Justicia norteamericana acaba de condenar porque usa las donaciones, que ya le permitieron acumular cuatro millones de dólares, para su propio beneficio.
En el artículo está firmado por Michelle Chapochnick. A simple vista parece una de las clásicas zonas residenciales de San Justo, donde sólo algunos automóviles y transeúntes interrumpen la sosegada vida de una calurosa y tranquila tarde de verano dominical. Pero en esa localidad, en la calle Anchoris, “habita” un mundo desconocido para la mayoría de los argentinos. Se trata del grupo religioso Creciendo en Gracia –que cree que su líder, José Luis De Jesús Miranda, es Dios en la Tierra–, que tiene una iglesia en la zona del Conurbano.
Cerca de las 6.30 de la tarde, el pastor del centro educativo (como llaman a cada una de sus sedes) de San Justo, Vicente Martín Rueja, abre las puertas del local que separa al mundo real de calor y concreto de ese “mundo” donde no hay muerte, enfermedad, ni pecado (como ha sostenido su fundador que tiene un pasado de presidiario y drogadicto).
Rueja dirige uno de los seis centros que tiene la organización en la Argentina, donde el grupo se instaló en 1997 (fijando su casa central en Rosario), y de las 327 filiales que posee la agrupación a nivel mundial. Este movimiento ha crecido de forma sostenida en los Estados Unidos y Latinoamérica, desde que en 1986 De Jesús inscribió legalmente a la agrupación como Ministerio Internacional Creciendo en Gracia. Trece años después de lo que él mismo denominó la “revelación”: “Cuando Jesús se me metió adentro y me dio su mente, mientras me visitaban ángeles en un sueño”, ha señalado el puertorriqueño de 62 años para explicar que él es Jesucristo hombre y representaba la segunda venida de Jesús.
Posteriormente, el carismático predicador –que tiene su cuartel general en Florida– que busca prensa a través de la polémica, afirmó que sus enseñanzas sustituían a las de Jesús y se proclamó como el Anticristo. A partir de ese momento, él y sus seguidores se tatuaron un “666’’ (número del Anticristo) provocando protestas y la prohibición de ingresar a ciertos países. Al margen de los cuestionamientos, cerca de las 7 de la tarde, Rueja y su esposa Elba Brisuela, que exhiben en sus brazos tatuajes con las consignas que identifican a la congregación: SSS (Salvo Siempre Salvo) y “666”, comienzan a dar la bienvenida a los fieles. “Buenas tardes bendecidos”, saludan a quienes osan cruzar el portal.
Poco a poco, los adherentes del grupo que sigue las enseñanzas de San Pablo llegan a la reunión dominical. Ahí, los espera un local que podría compararse con una modesta sala de clases, un pequeño altar con la foto de De Jesús –que en febrero de 2008 estuvo por tercera vez en la Argentina–, una pantalla y una experiencia totalmente fuera de lo común. Rueja da inicio a la ceremonia y pregunta: “¿Cómo están?”. Diez voces contestan al unísono: “Reinando”. “Rueja sigue: “Yo soy un pueblo especial, más que todos lo que hay en la Tierra”. Los presentes –que se consideran los verdaderos cristianos– repiten esas mismas palabras.
Se apagan por completo las luces. Un video con una imagen y un audio bastantes defectuosos se proyecta en una pantalla sobre el altar. Muestra a un grupo de música, una mezcla entre gospel y orquesta latina. Se inicia la reunión con “la alabanza”. Cantan. No todos se saben bien las letras. “Tú eres mi dios, eres mi rey. En mi vida reina ya”, entona Analía Ortíz de la mano de su hija Antonela de cinco años, evocando al hombre de la foto –que cuenta con una gran fortuna personal producto de las donaciones de sus adeptos, viaja en un auto blindado y vive rodeado de escoltas y extremas medidas de seguridad–.
Silvina Díaz, junto a su pareja Martín Cortabarría, intenta dar con la letra mientras acaricia su panza de casi nueve meses de embarazo. Ambos lucen camisetas negras que llevan impresas un triple seis. Unos metros más allá, Isabel Díaz, encargada de repartir gaseosas entre los presentes, sigue las canciones al pie de la letra. “Ve y dile al mundo que él ya regresó”, canta. Los fieles miran atentamente el programa de televisión transmitido desde Bogotá. Después de la música aparece el obispo de la secta en Colombia, Luis Martín Guío, para dar a conocer la enseñanza semanal llamada Calqueo –tarea que ha recaído históricamente sobre el propio De Jesús–.
En su prédica, Guío habla en contra la Iglesia católica: “Papi (como también llaman a su líder) dice que las catedrales católicas deben cerrarse”. Y continúa atacando a los seguidores de esa religión. A las 8.10 de la noche el obispo colombiano invita a la comunidad a la llamada Siembra, momento en que los adherentes entregan sus donaciones en un sobre diseñado para la ocasión. Sin titubear, los hombres y mujeres dan el diezmo y una ofrenda voluntaria (que generalmente, representa otro diez por ciento de sus sueldos y ganancias). “Es muy especial, porque en el mundo entero se entrega el aporte al mismo tiempo”, dice un fiel.
Las actividades siguen hasta la puesta de sol. Finalmente, se despiden: “Hasta el próximo domingo”. Pero su participación no se limita a los días que acuden al centro. Durante la semana siguen atentos los programas de radio y televisión, visitan la página de Internet del grupo e intentan demostrar a todos quienes conocen que ellos están en el verdadero camino. “Se fanatizan. El culto los absorbe y tratan de evitar que los parientes y amigos convenzan a los fieles para que dejen el grupo. De esa forma, se producen rupturas familiares”, asegura un ex miembro de la congregación que pidió permanecer en el anonimato.
En el ojo del huracán. A los fieles de San Justo y de otras sedes de Creciendo en Gracia les ha extrañado que De Jesús no sea quien dicte la enseñanza semanal en estos días. Todo indica que el escándalo que ha levantado el reciente juicio de divorcio entre el puertorriqueño y su segunda esposa, Josefina De Jesús Torres, lo han llevado a evitar la exposición pública. Así lo confirma Rueja, quien señala: “Por eso (por el juicio de divorcio) no está apareciendo”.
De hecho, el hombre que vive entre Houston y Miami desapareció en agosto. Y el juez a cargo de la demanda civil lo declaró en desacato y le ordenó entregarse a las autoridades por no pagar los quince mil dólares mensuales que le correspondían a De Jesús Torres. Se realizó el juicio de divorcio en su ausencia.
Pero los problemas no terminaron ahí. El juez determinó que la iglesia Creciendo en Gracia era el negocio personal de De Jesús en vez de una entidad religiosa sin fines de lucro –algo tajantemente prohibido por las leyes de Estados Unidos, ya que las donaciones no pueden ser usadas en gastos personales–, y le otorgó a su mujer los más de dos millones de dólares que pedía –cantidad que, según su abogado, era la mitad de los bienes de De Jesús y su iglesia–.
Además del golpe monetario, su imagen se ha visto afectada por rumores de abuso sexual (afirmación hecha por la Torres), uso excesivo de drogas y alcohol y el distanciamiento de su muy cercano colaborador, Carlos Cestero, quien después de dejar la organización se autoproclamó como el verdadero Jesús hombre.
El poder del marketing
Creciendo en Gracia invierte miles de dólares en marketing cada año para sumar adeptos en los cinco continentes (se desconoce el monto exacto gastado por ese concepto). La crisis no los afecta: los tiempos difíciles son vistos como grandes oportunidades para llegar a las personas con carencias y problemas. El grupo es dueño de un canal de televisión satelital llamado Telegracia. El canal llega a través del cable a treinta ciudades de la Argentina y a cerca de doscientas de América latina. Se transmite durante las 24 horas.
Cuenta con numerosos programas pagados de televisión en casi 33 países donde tienen presencia. Tiene más de cien programas de radio en el mundo, ocho en la Argentina. Cuenta con publicaciones en diversos diarios y revistas del mundo. Poseenuna página de Internet donde –entre otras cosas– se pueden escuchar las prédicas semanales (calqueos) de José Luis De Jesús Miranda. Pastores y fieles entregan regularmente miles de grabaciones con las enseñanzas de De Jesús a hogares y personas en todo el mundo. Lugares públicos –como colectivos y calles– son los más usados por los miembros en la Argentina para abordar a la gente y entregarles folletos y CDs. También tienen fuerte presencia en las cárceles.
Sea por desviación de las religiones tradicionales, importación de cultos asiáticos o africanos, o resurgimiento de grupos new age de los 70, en la Argentina ya existen unos 2.800 cultos anotados en el registro del Ministerio de Relaciones Exteriores. Muchos de ellos, como Creciendo en Gracia, pueden ser considerados sectas, según la definición más utilizada por los especialistas: “grupos de manipulación psicológica”. No hay estadísticas oficiales sobre sus miembros, aunque las investigaciones más destacadas señalan una mayor presencia de sectas en el país desde fines de los 90, “aunque cada vez con un dogma más light y no tan extremista”, explicó a Perfil Alfredo Silletta, un especialista con doce libros sobre el tema en su haber.
“Funcionan con manipulación, con un líder muy carismático que tiene la verdad revelada, sabe algo que nadie más sabe y con tres etapas de desarrollo: captación, adoctrinamiento y retención, es lo mismo en nuestro país que en todo el mundo”, añade Silleta. Creciendo en Gracia, según él, utiliza La Teología de la Prosperidad, como herramienta para captar fondos. Esto supone que quien tiene mayores ingresos, más rápido será recompensado, siempre y cuando aporte más dinero a la causa. Estudios de especialistas coinciden en señalar que durante la crisis económica fue cuando más adherentes tuvieron las sectas. “La gente buscó lo mágico para zafar”, dice Silleta.
¿Gracia o desgracia?
José Luis De Jesús Miranda, líder del grupo religioso Creciendo en Gracia, no deja a nadie indiferente. Mientras sus seguidores dan extensos testimonios para graficar cómo su “palabra” les cambió la vida e incluso los ayudó a salir de la delincuencia, personas que abandonaron el grupo lo culpan de gran parte de sus problemas y penurias. Hernán Martínez pasó nueve de sus 33 años de vida detrás de las rejas –estuvo dos veces preso por robo–. Ahí llegaron a sus manos tres casetes de De Jesús. “Escuchándolo se me alumbraron todas las cosas.”
Hace un año y medio salió de la cárcel. “Antes empezaba el día con cerveza, marihuana y remedios. Hoy no tomo, no me drogo, ni me medico. Antes no trabajaba. Ahora trabajo en una distribuidora de juguetes. Y estoy dedicado a edificar una casa para mi familia en el Conurbano.” Está casado y tiene una hija. Agregó: “Estoy bien. No veo las cosas que hice como pecado. El pecado fue erradicado. Lo que yo hice sólo fueron obras de la carne”. Su esposa –con quien se casó en 2004 mientras estaba en prisión– lo ve cambiado. “Pero ella no participa. No entiende bien.”
En la vereda totalmente opuesta se encuentra un hombre de Rosario y ex miembro de la agrupación que pidió que su nombre se mantuviera en reserva. “Al principio yo también caí, sonaba verdadero. Mis padres y yo empezamos a participar en Creciendo en Gracia. Pero, poco a poco, me di cuenta de que todo era un engaño.” El rosarino prosiguió: “De Jesús les dijo muchas veces a mis ancianos padres que sus dolencias pasarían. Así que en vez de ir al médico e invertir el dinero en su salud, esperaban un milagro que nunca llegó y hacían donaciones al grupo”.
“De Jesús vivía con grandes lujos, tenía amantes y mentía todo el tiempo. Les dije a mis padres lo que pensaba. Pero ellos no quisieron escuchar y siguieron en la agrupación. Yo me retiré desilusionado. Se enojaron conmigo y perdimos el contacto. Me resulta difícil entender que un movimiento religioso provoque la ruptura y el distanciamiento entre seres que se quieren y se necesitan”, aseveró.
Por su parte, Mabel Prendez, jubilada y soltera, dijo que “cambió su actitud frente a la vida” cuando conoció al predicador puertorriqueño. “La gente se me acerca porque estoy contenta y no tengo miedo.” La mujer, que vive en Palermo, explicó que ya no sufre cuando se muere gente cercana. “Siempre pensé que no soportaría si se moría mi hermana. Cuando pasó, lo asumí con tranquilidad. Ella no está muerta, está en la nube de testigos. Todavía no ha resucitado”, finalizó la adherente del centro educativo de San Justo.
Fuente: Info-RIES nº 116 (26/01/09).
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