Finalizamos la serie sobre la secta de los Testigos de Jehová y la Navidad, realizada por el sacerdote de la RIES, Luis Santamaría del Río.
Después de haber repasado con cierto detenimiento el proceso de acoso
y derribo que los testigos de Jehová ejercen contra la celebración del
Nacimiento de Cristo (ver partes 1ª y 2ª),
va llegando el momento de dar por terminada una serie que podría
alargarse más allá de lo necesario si se entra en cada detalle. Quiero
plantear dos cuestiones importantes y que pueden servirnos como
conclusiones. La primera se refiere a la historia de la secta y la
continuidad o no de sus razonamientos doctrinales y prácticos. La
segunda consiste en preguntarnos por las verdaderas motivaciones que
llevan al jehovismo a esta deconstrucción de la Navidad.
Empezando por la primera cuestión, podríamos formularla así: ¿los
testigos de Jehová han rechazado siempre las celebraciones navideñas? La
respuesta no sorprenderá a los conocedores de las interioridades del
movimiento y a sus críticos, pero puede que sí a los adeptos. Porque la
respuesta es: “no”. Como tantas otras cosas controvertidas de la secta,
cuyas posturas han variado radicalmente a lo largo de los años. Intentan
explicar lo inexplicable desde una tesis que podríamos llamar de
“revelación abierta o inconclusa”, y que ellos denominan “iluminación espiritual”, mediante la cual se sienten en la misma posición que los primeros cristianos, ya que “el espíritu de Dios descansa sobre su organización”.
De esta manera pueden desdecirse de fechas puestas para la segunda
venida de Cristo y plantear otras, prohibir prácticas y levantar
prohibiciones con la misma facilidad con la que retuercen la
interpretación de la Biblia o manipulan groseramente su traducción.
Yendo a lo que nos interesa: gracias a ese gran archivo de
información que trae consigo Internet, cualquiera puede echar una ojeada
a varios documentos muy interesantes sobre los orígenes de los testigos
de Jehová. Unos documentos muy valiosos, escritos y fotográficos, que
nos revelan que los dirigentes del grupo celebraron la Navidad y
alentaron la celebración [Ver gráfico adjunto de cabecera]. Así, podemos ver tarjetas de saludo navideño y
felicitación con el membrete de la Watchtower Society (por cierto, una
cruz coronada y laureada, esa cruz que también ahora rechazan como algo
puramente pagano), y firmadas por su fundador, Charles T. Russell;
fotografías de los integrantes de la sede central de la secta en torno a
la mesa en la mañana de Navidad; anuncios escritos y artículos de sus
revistas, etc. Entre otras cosas, hacían ofertas especiales de los
libros de la organización para regalar en Navidad, cuando ya hemos visto
qué piensan tanto de la celebración como de los regalos. Por
sorprendente que parezca, no he podido encontrar en las publicaciones
actuales de los testigos de Jehová ninguna explicación de esta
contradicción, ningún pronunciamiento oficial que desmienta estas
pruebas como falsas o que justifique o disimule de algún modo el malvado
paganismo que profesaron los primeros miembros del movimiento.
La segunda cuestión que pretendo aclarar en este artículo es la
motivación profunda para este rechazo de la Navidad, dado que tantas
energías les supone volver una y otra vez a insistir en él cada año en
las revistas y caminar a contracorriente del cristianismo, puesto que
ellos se consideran erróneamente cristianos. Y estoy convencido de que
son dos las razones de fondo: una dogmática y una práctica. La primera
razón, la dogmática, no es más que la heterodoxia bien conocida de los
testigos de Jehová. No desprecian la Navidad simplemente porque lo hagan
con todos los cumpleaños. El ensañamiento no es mayor simplemente
porque sea el aniversario más celebrado por la humanidad. Aún siendo
ciertas estas motivaciones, la principal es su consideración neo-arriana
de Jesús de Nazaret, al que despojan de la divinidad y “expulsan” del
Dios trinitario revelado por Él (una Trinidad que, otra vez, para ellos
no es más que un invento pagano extraño a la Escritura).
Para decirlo más claramente: los testigos de Jehová rechazan la
Navidad porque es una celebración que, se mire por donde se mire, y a
pesar de los extremos de vulgarización a los que se ha llegado en
nuestro mundo contemporáneo, señala a la divinidad de Cristo. Ya sea en
la posible cristianización de una fiesta romana (por la que asume el
papel que tenía en la celebración pagana el dios solar, o un dios persa
que moría y resucitaba), en la adoración de los magos, en el sentido
cosmológico del árbol de una creación entera señalando al Mesías, en la
práctica de los regalos debida al gran regalo que ha hecho Dios, y que
no es otro que Él mismo viniendo a acampar entre nosotros; o, en el
fondo, en la denominación de la criatura nacida en Belén como “el Niño
Dios”, algo verdaderamente chirriante para los oídos de cualquier
miembro de la confesión jehovista. Celebrar la Navidad es celebrar la
Encarnación del Verbo de Dios (Emmanuel: Dios con nosotros; Jesús: Dios
salva), y eso lo han entendido muy bien los dirigentes de la secta, que
siguen buscando por doquier que sus adeptos no participen de esta
fiesta, ni siquiera en sus aspectos más externos.
La segunda razón de fondo, nada teológica como sí lo era la anterior,
es práctica: se trata de uno de los elementos de control social de la
organización Watchtower, que rige los destinos de los testigos de
Jehová. Un elemento que se une a otras prohibiciones internas que, bajo
la capa de un cumplimiento estricto de los preceptos bíblicos, oculta un
gran interés en separar rigurosamente a los adeptos del resto de la
sociedad para un mayor control por parte del llamado Cuerpo Gobernante.
Identifican las normas de la secta con la voluntad directa de Jehová
Dios, al que ponen en contra del servicio militar y cualquier otra
práctica que honre a la nación o a las instituciones (bandera, himno,
etc.), de cualquier aniversario (aunque sea el del matrimonio celebrado
bajo sus directrices, o del propio cumpleaños en familia), de las
fiestas sociales, de las competiciones deportivas, de las transfusiones
de sangre, de las imágenes religiosas, etc.
Y al señalar esta segunda razón, me viene a la memoria que todo este
tratamiento de los testigos de Jehová y la Navidad venía a cuento de un
artículo que publicó en estos días pasados el diario El Mundo. En
él se presenta el testimonio de una familia jehovista, que explica por
qué no celebra el nacimiento de Cristo. Con el mismo argumento –tal
cual– que emplea la literatura del movimiento. Y cuentan que no han
tenido problema alguno con los profesores de sus hijos, que han
integrado perfectamente en el ritmo del colegio la presencia de unos
niños que no conmemoran la Navidad. Por los mismos días, una maestra me
contaba cómo un alumno –testigo de Jehová– de tan sólo 4 años se tapa
los oídos cada vez que sus compañeros cantan el “Cumpleaños feliz” con
ocasión del aniversario de algún chaval. Igual que con la Navidad,
separar para controlar, haciendo las cábalas más extrañas para
fundamentarlo todo en la Biblia. Como ocurre siempre en los testigos de
Jehová, una teología deficiente para una ética totalmente irregular.
Fuente: En Acción Digital
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