Continuamos con la segunda parte del artículo del sacerdote Luis Santamaría del Río, acerca de la celebración de la fiesta de la Navidad, vista por la secta de los Testigos de Jehová.
Después de haber comentado en el artículo anterior
dos cuestiones concretas sobre la deconstrucción jehovista de la
celebración del nacimiento de Cristo (a saber: la minimización del verbo
empleado en el evangelio de Mateo para la adoración de los magos y la
acrítica aceptación de la tesis que explica la Navidad como la
cristianización de una fiesta pagana), continuamos con la revisión de
esa manía tan profunda que le tienen los testigos de Jehová a esta
fiesta.
Otro tema que abordan en sus publicaciones es el de los “reyes
magos”. Dice la literatura jehovista –con razón– que en la Biblia no se
encuentra el número de tres, que no eran reyes y que posiblemente
“visitaran” a Jesús para “rendirle homenaje” (recordemos que de
adoración, según éstos, nada de nada) ya no en el establo, sino en casa,
un tiempo después de su nacimiento. A estas alturas de la vida,
cualquier cristiano mínimamente formado sabe distinguir en este asunto
concreto lo que aparece en el relato evangélico y lo que son añadidos
posteriores de las tradiciones piadosas, que se basan muchas veces en
los escritos apócrifos, y que tienen un cierto valor, aunque no
pertenezcan al depósito de la Revelación. Pocos problemas tendrán para
que les escandalicen estas afirmaciones de los testigos de Jehová,
cuando en muchas parroquias católicas se canta en torno a la solemnidad
de la Epifanía: “no sé si eran reyes, no sé si eran tres, lo más importante es que fueron a Belén”.
Como acentúan que se trata de “astrólogos paganos”, destacan
la condena que hace el Antiguo Testamento de sus prácticas. Y, frente a
toda la tradición cristiana, que ha visto en la estrella un signo de
guía divina, explican que el astro extraordinario que guió a esta mala
gente oriental “fue una artimaña siniestra de Satanás, que es capaz de tales manifestaciones”.
¿Cómo han llegado a esta conclusión? Precisamente por la anormalidad de
la aparición de la estrella y por guiar primero a los magos hasta el
rey Herodes, y no hasta Jesús. Y añaden a su razonamiento: “resulta paradójico que en la punta de los árboles de Navidad se coloque un adorno llamado la estrella de Belén”.
Eso es lo que llamamos matar dos pájaros de un tiro. O tres. Los
astrólogos, malvados paganos dados a la magia –seguro que negra, con
perdón de Baltasar–; la estrella, un invento del Diablo; el árbol de
Navidad, algo que no nos puede traer nada bueno. Cuando cualquier
exégesis seria ve en el relato de Mateo el cumplimiento de las profecías
que hacen confluir a todos los pueblos paganos en la adoración al Dios
verdadero…
¿A que el lector adivina el tema que viene después? Nada difícil al
ver el hilo del discurso, y más aún tratándose de una secta fundada en
los Estados Unidos de América: Papá Noel o Santa Claus. Después de
explicar bien el origen de este personaje en San Nicolás de Mira,
arzobispo en Asia Menor, los testigos de Jehová se despachan con una
afirmación como ésta: “tanto desde el punto de vista histórico como bíblico, Santa Claus no tiene nada en común con Jesucristo”.
Claro, sólo puede entenderse desde su perspectiva de que ellos son los
únicos seguidores verdaderos de Jesús. San Nicolás, un pobre hombre
errado en su vivencia de la fe.
Paso siguiente: los regalos. ¿Cómo los ve Jehová Dios? Pues fatal,
obviamente. Y la literatura de la secta cuestiona la práctica
directamente: “¿No le parece irónico que se engañe a los niños en una ocasión supuestamente dedicada a honrar a Jesús?”. Y vuelven al tema de las Saturnales, las fiestas romanas cuyo contenido de intercambio de regalos, “banquetes, borracheras y juergas desenfrenadas”,
habría heredado la Navidad. Como la Sagrada Escritura exhorta a la
generosidad, y Cristo afirmó que hay más alegría en dar que en recibir, y
como el hecho de regalar en Navidad se vive a veces como una obligación
y una carga, es malo hacer regalos en estas fechas. O al menos va
contra la Biblia. Curioso razonamiento de aplicación de la Palabra de
Dios.
¿Conclusión de todo esto? Es clara: “Cuando se examinan a la luz
de las Escrituras, prácticamente todos los aspectos de la Navidad son de
origen pagano o fruto de la distorsión de los relatos bíblicos”. No son más que enseñanzas de falsos maestros, hombres sin escrúpulos que “estaban más interesados en hacer agradable el cristianismo a las masas paganas que en enseñar la verdad”.
Sinceramente, creo que no puede exagerarse más. No voy a ser yo quien
defienda una Navidad vaciada de su contenido religioso, que se zambulle
sobremanera en las aguas del neopaganismo ambiental, y sobre lo que ya
he escrito en otro artículo. Pero pasar al extremo contrario de tachar
toda costumbre navideña –y en el fondo la Navidad en su totalidad– es
una verdadera exageración.
Aprovechando la ocasión, no está de más una culpabilización de la
Iglesia y, por extensión, del cristianismo en cualquiera de sus
manifestaciones confesionales (falso para ellos). ¿Quiénes han sido esos
falsos maestros, esos sinvergüenzas que han engañado a la pobre gente? A
estas alturas del discurso ya ni hace falta que estas revistas
difundidas por millones lo expliciten. Pero, por si no había quedado
claro, lo dejan por escrito: las autoridades eclesiásticas, a las que “con
el paso del tiempo llegó a interesarles más llenar los bancos de las
iglesias que enseñar la verdad. Así que empezaron a hacer la vista gorda
ante las prácticas paganas. Finalmente las adoptaron”.
Así comprobamos cómo la lectura fundamentalista de la Escritura –de
una Escritura en gran medida tergiversada– les lleva a tachar de
supersticiones y costumbres paganas todo lo que se separe lo más mínimo
del texto bíblico, mezclando indiscriminadamente lo que fue adoptado
tempranamente por la Tradición y las tradiciones de la Iglesia con lo
que son indudablemente elementos ajenos al cristianismo. El catálogo de
lo rechazado es amplio, y abarca todas las culturas y modalidades de
celebración, ya sean las Posadas iberoamericanas, el roscón de Reyes, el
Nacimiento, las cabalgatas, el turrón o las señaladas con anterioridad.
En La Atalaya del 15 de diciembre de 2000 el Cuerpo Gobernante
de los testigos de Jehová no sólo alude a las Saturnales como origen de
la Navidad, sino que afirman que “muchas personas que desean regirse
por la Biblia han descubierto que ciertas tradiciones latinoamericanas
no son más que ritos aztecas”, y para fundamentar este hallazgo
revelador citan… ¡un periódico mexicano! No encontrarían ningún
historiador de guardia, suponemos.
Con el árbol de Navidad pasa otro tanto. Aunque en algunas de sus
publicaciones, junto al ya cansino estribillo del origen pagano,
reconocen el hondo sentido religioso que se le ha dado en la tradición
católica, al final vuelven a condenarlo por su trasfondo extraño al
cristianismo y por la supuesta adoración a la naturaleza que trae
consigo. Todo esto, acompañado de una fotografía del árbol colocado cada
año en la Plaza de San Pedro del Vaticano, apunta en la misma dirección
que el resto de sus discursos antieclesiales en los que se presentan
como los verdaderos guardianes del cristianismo bíblico.
Como constato que el tema no está agotado, y el planteamiento teórico
–y la vivencia práctica– de la Navidad por parte de los testigos de
Jehová es más importante en el fondo de lo que puede parecer a primera
vista, y traspasa las fronteras de lo anecdótico, continuaré en un
artículo posterior.
Fuente: En Acción Digital
1 comentario:
Secta
Con la ayuda del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida de la buena doctrina que Dios te ha confiado.
http://www.diostube.com/videos/1523/secta-creciendo-en-gracia-o-cayendo-en-desgracia-1-de-2
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