Una vez más, reproducimos un artículo sobre el fenómeno sectario firmado por Mara Martinoli, responsable de Atención para Grupodependientes (APG) de La Plata, Argentina.
Para comprender el concepto “secta” hay que deshumanizarlo, por deshumanizante. No es una realidad lejana, es contexto social filtrado y enredado que interfiere en todo lo convivencial. Su actividad es clara para todo buen observador: la búsqueda espiritual en un contexto donde podrá ser bloqueada, la promesa de un crédito a la libertad que permitiría encontrar a Dios desde un lugar que desfigura, la transformación del círculo virtuoso prometido en un círculo vicioso que se vale de una confusa capacidad de asombro y arrastra la decisión individual a un estado seudo narcótico.
Dentro del contexto de las sectas el líder como objeto de “adoración”, se asemeja a un ídolo; quienes lo “adoren” serán instrumentos para acrecentar la gran familia sectaria. Se capacita para desintegrar, controlar, humillar, explotar y dominar, desde la ambigüedad de la naturaleza suprema declarada. Siempre requiere de sumisión; para manipular el destino, y desestimando consecuencias, aprende qué tipo de música rítmica deberá emplear, cómo inducir trance hipnótico o cual es la mejor dramatización de una sanación.
El “entrenamiento” existe desde que comenzaron las competencias deportivas, hace más de 2000 años. El líder sectario siempre se “entrena” y aprende de las tradiciones del contexto; asimila el rechazo y la crítica generalizada, absorbe el malestar social y aprehende la desesperanza. Asume una supuesta aceptación del reclamo y paulatinamente, introduce su propia variación para debilitar lo instaurado, hasta incorporar la traición a toda tradición.
Los grupos que se forman espontáneamente son más duraderos y esto, también integró el aprendizaje de los líderes sectarios. Por ello, preparados para la consecución de su fin, intentarán constituir grupos por doquier. Si una persona es marginal porque no tiene cabida en su grupo social y extendemos este concepto, podríamos considerar que hoy en el mundo hay millones de individuos marginales. Los líderes sectarios aprendieron a aprovechar la situación marginal para organizarla dentro de la “gran marginalidad”; en esa organización en ocasiones ni si quiera es necesario ofrecer soluciones mágicas; la identificación con el contexto basta. Si el espacio fuera “virtual”, si los roles fueran inventados o la salida social no existiere, la diferencia continuaría jugando a favor de la marginalidad, por ofrecer inclusión y aglomeración de individuos marginales. Así se inicia el ciclo de inyección de pensamientos y dominio de sentimientos y soledades de quienes necesitan sentirse integrados. Esto, lamentablemente deriva en orgullo de pertenencia.
La capacidad de aprendizaje de cada líder-directivo depende de su propia capacidad para desarrollarse. Mal que nos pese, los grandes grupos sectarios que conocemos, están liderados por “grandes capaces” que han sumado mucho aprendizaje para ocupar el sitio al que aspiraron. Por esto continuamente vemos cómo pequeños grupos logran desarrollarse asociándose a “los grandes”, cambian de nombre cuando éstos no permiten que los opaquen o simplemente los vemos desaparecer porque no mostraron capacidad suficiente; quizás tampoco quisieron intercambiar acciones con la competencia.
Ahora bien, quienes estamos fuera de esos grandes grupos sectarios ¿Somos tan incapaces? Si se capacitaron tanto en técnicas especiales de sometimiento, ¿para qué se esforzarían en aprender cómo organizar movimientos para deshumanizar lo humanizado? Si tuviéramos siempre presente que antes del líder sectario estaba el hombre, las sectas dejarían de desplegar su capacidad, porque las sectas en abstracto, no son nada.
Fuente: Info-RIES nº 142 (22/07/09).
1 comentario:
Felicitaciones querida Mara.
Juan
AIS Cono Sur
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