La mayoría de las historias que se esconden detrás de los llamados institutos de salud integral son un «auténtico drama». Para quien lo vive en primera persona, pero también para los familiares y amigos del afectado.
Los responsables de los centros «aprovechan la vulnerabilidad emocional» de las personas que recurren a ellos en busca de ayuda para «llevarles a su terreno» hasta «convertirles en marionetas», explica el presidente de la asociación de ayuda a las víctimas de manipulación sectaria, Juantxo Domínguez.
El caso de Estíbaliz, una chica vitoriana con problemas de autoestima, es de los «más fuertes» que se han registrado en la comunidad autónoma vasca. «Empezó con encuentros de meditación los fines de semana y terminó suicidándose», explican sus familiares. Cada vez que acudía al centro tenía que pagar entre 60 y 80 euros por una sesión de una hora en la que un «presunto nutricionista le recomendó una dieta macrobiótica». Estíbaliz «cambió por completo». «Prácticamente no comía y la delgadez era extrema». Meses después se suicidó. Al dolor por la muerte de su hija, se suma el hecho de que los padres «no pueden demostrar que los responsables del centro habían empujado a la joven a ese trágico final», señala Domínguez.
La esposa de Pedro -nombre ficticio- empezó a visitar un centro en San Sebastián y terminó pidiéndole el divorcio después de 38 años de matrimonio. Al principio las visitas eran esporádicas, pero llegó un punto en el que la mujer se pasaba diez horas al día en el local. Tras varios meses acudiendo a terapia, «cambió por completo».
«Le decía a nuestra hija que se había equivocado de marido y me planteó el divorcio. Contrató a un abogado, curiosamente el hijo de la dueña del centro, e inició los trámites». Pedro ha presentado una denuncia ante la Ertzaintza. No es el único. El instituto donostiarra acumula más de una veintena de demandas. Las familias de los afectados se encuentran «a la espera de que las autoridades hagan algo».
En el caso de María Jesús -también nombre ficticio- la víctima es ella misma. «Tenía una vida normal y en cosa de un año lo perdía todo. Mi vida ya no era mi vida, mis hijos ya no eran mis hijos y mi marido ya no era mi marido». Tras su «dramática» experiencia, María insiste en que nadie está a salvo. «Yo era una persona completamente normal y caí», rememora con lágrimas en los ojos. Por eso, pide a las autoridades competentes que tomen decisiones al respecto para «acabar con unos embaucadores que te pueden arruinar la vida».
Fuente: El Correo, 29/09/08.
1 comentario:
yo conozco a un chico llamado guillermo grimal que esta en el cuarto camino.Tiene problemas de timidez y se controla el ego por la baja autoestima.Bueno cuando iniciamos sexo me pidio que lo esposara,que lo atara y que lo apuntara con una escopeta de verdad y sin seguro y con balas de verdad
Si resulto ser chifladito ahora esta alla en cordoba gaby
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