Reproducimos a continuación dos noticias publicadas recientemente en torno a las celebraciones de la Pachamama en los primeros días de agosto en diversos lugares de Argentina. La primera de las noticias es relativa a Córdoba, y la segunda a Lozano. En ambas puede verse que tras el carácter popular de estos ritos de ofrenda está el neoindigenismo o recuperación de los rituales precristianos.
Córdoba: presencia de eclesiásticos
“Queremos decirle a la Tierra, nuestra madre, que somos sus hijos, que a la Tierra no se la compra, no se la vende, no se la parcela ni se la privatiza”. Con esas palabras Víctor Acebo, miembro fundador y presidente del Instituto de Culturas Aborígenes (ICA), inició cerca de las 15.30 del pasado 1 de agosto el rito ancestral en honor a la Pachamama (la Madre Tierra) en frente de su sede, en el corazón de barrio Alberdi de Córdoba (Argentina), asentamiento originario de la comunidad comechingona del Pueblo de la Toma.
Bajo el cálido sol de la siesta, la segunda cuadra de la calle Enfermera Clermont se colmó bien temprano, hasta que se cerró al tránsito. Se congregaron miembros de pueblos originarios, vecinos, alumnos de jardín de infantes (el San Jerónimo), secundarios (del Rosarito Vera Peñaloza, de Villa Allende; del Garzón Agulla y el Carbó), terciarios y universitarios. Lo cuenta Mariana Otero en el diario La Voz.
Había curas, como el padre Horacio Saravia, militante en la defensa de las culturas ancestrales; ex-curas, como Pol Zayat, profesor en Filosofía; religiosas, como dos hermanas de la congregación de las Doroteas, jóvenes, madres de alumnos, representantes de la cultura wichi, sanavirona, comechingona y afroamericanos. Y curiosos.
“La Tierra es de todos, es un bien colectivo, no individual ni de un grupo”, siguió Acebo, frente al pozo donde luego se colocarían las ofrendas de verduras, frutas, otros alimentos, licores y tabaco. “Pertenecemos a la Tierra. Somos hijos de la Tierra”. Acebo es oriundo de la frontera argentino-boliviana, entre La Quiaca y Villazón.
Una enorme wiphala –el estandarte cuadrangular de siete colores utilizado por las etnias de la cordillera de los Andes, símbolo del pueblo aimara y del Estado boliviano desde hace pocos años– cubría buena parte de la fachada del Instituto de Culturas Aborígenes. Otros más pequeños colgaban de los árboles, junto al rojinegro del Pueblo de La Toma y el verde del Instituto de la Presencia Afroamericana en Córdoba.
Sobre una manta, al lado de un brasero, se había cavado el hoyo, el mismo donde, desde hace 20 años, la Pachamama recibe en Córdoba sus dones. Tierra fértil. Un espacio sagrado. “No hay que olvidarse de que somos hijos de la tierra”, remarcó Acebo, secundado por los caciques Ramón Aguilar y Argentina Acevedo. Sonaba música andina mientras en el brasero ardían hierbas aromáticas, deseos y agradecimientos. Es un ritual de purificación para que, se dijo, la gente viva sin miedo, respete los valores y la familia. “Hay que devolverle a la tierra lo que nos da”.
Después llegó una baguala del norte argentino, en la voz de una mujer wichi, acompañada del sonido de la caja. Con su canto, daba la bienvenida al tiempo de siembra en este hemisferio. Honores a “la mamita”, a “la pachita”, explicó una mamá a su hijo pequeño en brazos.
Y se quemaron hojas de coca, presentadas en pares: la madre y el hijo. La Tierra y el hombre. Los dos juntos, sin superioridad, la filosofía de la complementariedad, explicaron. La dualidad. “Solos no somos nada”, repitió el orador durante el milenario ritual, que le hablaba en quechua a la Pachamama, y en español, a los demás.
Cada homenaje a la Madre Tierra es un acto de fe, no es una representación ni una puesta en escena, explicó el presidente del ICA antes de marcar, con un chorro de vino, el lugar sagrado. Y, luego, arrojar ofrendas: manzanas, maní, anchi (postre de sémola de maíz), algarroba, quinoa, yerba… “Hoy la Pachamama explota”, gritó Acebo. “Hay una sobreabundancia de frutos”. La calle estalló en aplausos mientras los presentes compartían cigarros. Al final, el brasero quedó limpio, señal de que lo ofrendado fue bien recibido.
El mismo diario ha publicado un vídeo de la ceremonia neopagana:
Lozano: ceremonia muy musical
Lozano (provincia de Jujuy, Argentina) fue una fiesta. El pasado 3 de agosto se celebró la primera Serenata a la Pachamama, con la participación central del Chaqueño Palavecino y del grupo musical Los Tekis. Miles de personas asistieron al festival gratuito que se realizó en un anfiteatro al aire libre: convivían personas mayores que tomaban mate en sus sillas con jóvenes que tomaban fernet y bailaban al compás de la música. Lo cuenta Pablo Méndez Shiff en InfoNews.
Organizada junto a la banda y al gobierno de la provincia, la celebración se realizó en la localidad de Lozano, a 20 kilómetros de la capital, en la finca en la que “la Niña Yolanda” recibía y albergaba a artistas e intelectuales de todo el mundo. Con puestos de comidas regionales y carpas para refugiarse del sol, se extendió durante todo el día.
Todo comenzó temprano, al mediodía, con el ritual conocido como “corpachada”, en el que se hace una ofrenda a la Pachamama. La tradición andina establece que se debe agradecer a la Tierra por todo lo que dio y por ese motivo es que se le ofrece un banquete de diversas comidas y bebidas, que luego se vierten en un hueco que simboliza a la boca de la Tierra. Más tarde, tocaron bandas locales como Las Cuatro Cuerdas, Diableros Jujeños, Maxi Gil, Maryta de Humahuaca, Amaranto, y el gran cierre, a la noche, estuvo a cargo del Chaqueño y Los Tekis.
Cuando Los Tekis subieron al escenario, recibieron la placa del disco de oro por las ventas de su último material, Rock and Tekis. En ese momento, anunciaron que el diploma va a ser colocado en la plaza central de San Salvador de Jujuy, frente a la Casa de Gobierno, en agradecimiento al pueblo jujeño. El gobernador Eduardo Fellner, amigo de la banda, recibió en persona la distinción.
En diálogo con InfoNews, dos de los integrantes del conjunto musical hablaron sobre la importancia que le asignan al evento y a la transmisión de la cultura popular jujeña. “Estamos muy felices de poder recibir a toda la gente que a través de nuestras canciones se interesa en nuestra cultura. Recibirlos en nuestro lugar, en Jujuy, abrirles las puertas de nuestras casas y que puedan estar en un mes como agosto para nosotros es muy importante”, resumió Mauro Coletti.
Para Sebastián López, otro integrante de la banda, “lo principal es hacer lo que se siente”. “Hacemos lo que sentimos, lo que queremos y lo que siempre hemos soñado: mostrar nuestra cultura, nuestros sabores, nuestros olores y nuestras costumbres”, expresó. La fiesta se extendió hasta la medianoche, en un clima de alegría y fervor popular. La gente bailaba y festejaba, en medio de promesas de regresar al año siguiente.
Vídeo sobre el rito, publicado por el grupo musical:
No hay comentarios:
Publicar un comentario