Impera desde hace algunos años ya, una cultura de la inmediatez que, día a día, viene expandiéndose como una mancha de aceite en nuestros quehaceres cotidianos. Los avances tecnológicos han contribuido en gran forma a facilitar las cosas. Pero también han acelerado los tiempos de todo. Antes, una comunicación a distancia debía esperar a que enviáramos una carta o un telegrama. Posteriormente, tuvimos que llegar a casa para utilizar el teléfono de línea, mientras que hoy en día el teléfono celular e internet han cambiado la dinámica de las comunicaciones. Los periódicos, contaban todo cuanto ocurría. Luego, la radio fue el testigo que nos contaba los hechos desde el lugar donde habían acontecido. Más tarde, la televisión pudo registrar imágenes que nos mostrarían cada detalle de lo ocurrido. Hoy en día, internet nos posibilita “estar ahí”, sea cual sea el lugar del mundo donde ocurre algo, interesante o no. Así, la “cultura de la inmediatez” ha llegado para instalarse y, no sólo eso, sino que también ha invadido otros ámbitos de nuestra vida en sociedad. Nada puede esperar, todo tiene que ser ahora. Y esto nos hace recordar aquella humorada en que un hombre le rezaba a Dios y pedía: “Por favor Señor, dame paciencia… pero dámela ya!!!”.
Asistimos a un fenómeno que no es exclusivamente nuestro, sino que se ha dado a nivel global y que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman ha denominado “modernidad líquida”, refiriéndose así a que las estructuras sociales de antaño se han “diluido”, han dejado de lado su solidez pretérita y, como un líquido se acomoda al espacio que puede ocupar, se han ido “acomodando” de acuerdo al momento. Esa “liquidez” ha dañado peligrosamente las escalas de valores antes intocables y, esa “dilución” de los valores ha dado lugar a la relatividad que ocupó todos los espacios que pudo.
Obviamente, caídos los valores y reinando la relatividad, las creencias religiosas se han tornado un bien transable, negociable, mutable. De esta manera, la “religión a medida”, se ha hecho más real que nunca y, en consecuencia, asistimos a sincretismos varios en los cuales todo es igual, todo vale lo mismo y se equiparan elementos doctrinales, dogmas y creencias de una y otra tradición religiosa. ¡Cómo si fueran asimilables! Justamente allí está la trampa puesto que, quien opera como agente seleccionador de doctrinas y creencias, lo hace con una impunidad y una arbitrariedad tales que debemos tener muy en claro que el fin no justifica los medios y, por más elogiables que sean las intenciones y enseñanzas de estos relativistas seriales, no sólo inducen a confusión sino que, a los fines pregonados, son inconducentes. De hecho, tomar algo de aquí y otro poco de allá, no lleva más que a error, al no tener una sólida base donde sustentarse. Por eso, las palabras bonitas no alcanzan, las frases clichés no sirven y las creencias edulcoradas ya no son lo que inicialmente fueron.
Llegados a este punto, debemos mencionar una corriente sociocultural muy fuertemente impuesta y difundida a nivel comercial, mediático, educacional, político y religioso, que se ha dado en llamar “New Age, Nueva Era o Era de Acuario”, que no es más que un cúmulo de viejas doctrinas con ropajes nuevos, un amontonamiento de grupos, asociaciones y movimientos variados, tanto en sus creencias como en sus orígenes y que ha brindado un marco de contención a cantidades de “maestros”, “gurúes”, “canalizadores” y “contactistas” que, si bien se anuncian como tolerantes y difusores de todas las tradiciones religiosas, no hacen más que bastardearlas en favor de un beneficio propio.
¿Cómo podemos aceptar mansamente que nos digan que Jesucristo, Buda, Maitreya, Sai Baba y otros han traído mensajes de un mismo peso específico y que todo sirve para el mismo fin que es la felicidad? Obviamente, quien viva su fe a conciencia, nunca podría aceptar este argumento que carece de solidez, pero ante todo es falaz a todas luces ya que para un cristiano, Jesucristo es el Hijo de Dios, el centro de su fe, de su vida y, por lo tanto, no puede ser asimilado, comparado y mucho menos igualado con Sai Baba, Maitreya, el reverendo Moon, Bhaktivedanta Swami Prabhupada, Osho, Krishna, Krihnamurti, Ashtar, etc.
De igual modo, cada tradición religiosa tiene su historia, sus vivencias y sus elementos doctrinales propios que le dan identidad, por lo que difícilmente acepten sin objetar, este tipo de accionar. Lo que sucede hoy en día es que, ante la “cultura de la inmediatez” antes mencionada, es más fácil llegar a esta sociedad globalizada, con una propuesta religiosa rápida, accesible, sin complicaciones, sin formalidades, descontracturada, sin pasar por la “noche oscura” del sufrimiento y el dolor (no masoquismo) que muchas veces nos depara la experiencia religiosa. Indudablemente, se ha corrido de su eje la sacralidad. Lo “sagrado” ha sido devaluado por conveniencia, para que no haya obligaciones, responsabilidades… La “buena onda”, la “buena vibra” es negocio.
Si Dios está en todas partes, ¿para qué ir al templo? Este cuestionamiento puede ser abordado desde diferentes aspectos, pero sólo mencionaremos que renegar del templo, induce a darle entidad como tal, a cualquier lugar y, con el tiempo, llegar al postulado “new age” por excelencia: “Si Dios está en todas partes, Dios está en Mí. Por lo tanto, Dios y Yo somos uno. Ergo, Yo soy Dios”. La New Age tiene una característica fundamental, que se muestra como virtud y sin embargo es su talón de Aquiles: todos tienen lugar allí, todos son acogidos en su seno. Las diversas disciplinas promovidas por este movimiento sociocultural vasto e informe, son tan variadas que desde el tarot, las videncias, las runas, péndulos radiestésicos, meditaciones, karma y rencarnación, hasta las regresiones a vidas pasadas, mediumnidad, “canalizaciones” de mensajes de los maestros ascendidos o los contactos extraterrestres, pasando por las piedras energéticas y los cristales, todo ello “condimentado” con un lenguaje pseudocientífico que le dé cierto aire de seriedad, forman parte de una verdadera red, que en realidad no es más que una tela de araña, pues atrapa y se alimenta de sus víctimas… Decíamos que su capacidad de recibir a todos en su seno, operaba como una debilidad ya que, como decía Santa Teresa de Avila, “Dónde está tu virtud, está tu defecto”, debido a que al tomar de todas las corrientes religiosas y espirituales, no posee una propia y, por si fuera poco, no todas son, ni siquiera parecidas.
Pero todo lo antedicho podría quedar en una discusión doctrinal que, fácilmente podría enfrentarse esgrimiendo la libertad de creencia y religión amparada en la Constitución Nacional, pero es ahí donde los mencionados relativistas seriales o los agentes seleccionadores de determinadas ideas y creencias toman verdadera relevancia ya que, como decíamos, si el fin justifica los medios, total todo es igual a todo, habría que tener claro cuáles son los fines perseguidos y cuáles son los medios utilizados. Este pequeño paso, puede ponernos de frente al rostro más repugnante que muchas personas enfrentan en su búsqueda desesperada de una religión rápida, simple y accesible: los líderes sectarios, que se muestran amorosos y comprensivos, ocultando al megalómano manipulador que sin duda alguna va a someterlos. Pero aquí debemos señalar algunos aspectos para tener en claro quienes son estos personajes que hablándonos confianzudamente por televisión y/o radio, dando charlas y conferencias, vendiendo revistas, libros y chucherías varias, orientándonos sobre donde ir a meditar o con quien lograr “plasmar la energía cósmica en nuestro corazón, integrándola al Cristo que habita en tu alma, para lograr el kundalini que nos ayude a alcanzar el nirvana”, intentan mostrarnos el camino para llegar al Reino de los Cielos, queriendo convencernos de que ellos conocen los atajos…
Ahora bien, hablar de líderes sectarios suena abstracto sin poner los nombres sobre el papel, por ello para hacernos un cuadro mental acerca de quienes estamos hablando, mencionaremos algunos, sólo a modo de ejemplo: Sun Myung Moon (Iglesia de Unificación); David Koresh (Branch Davidians); Shoko Asahara (Verdad Suprema); Sai Baba; Marshall Applewhite (Heaven’s Gate); Bhaktivedanta Prabhupada (Hare Krishna); Anton Sandor La Vey (Iglesia de Satán); Juan Unger (Las 7 Reinas); David Brandt Berg (Los Niños de Dios / La Familia); y otros tanto que el lector puede agregar a la lista…
Acto seguido, se impone señalar que no necesariamente se trata de personajes “fabricados” ad hoc sino que, por el contrario, surgen a partir de una patología particular que, con el tiempo, se puede identificar fácilmente en todos ellos. Hace tiempo ya, he tenido la oportunidad de trabajar con excelentes profesionales de la salud mental, como fue el Lic. José María Baamonde, o como son la Lic. María Lourdes Molina y el Lic. Alejandro Farinelli. Todos coincidían en señalar que, a partir de analizar los discursos, libros y doctrinas de los distintos líderes sectarios, podía inferirse en ellos una psicopatología particular denominada Psicosis Esquizoparanoide. Al decir de los profesionales, esta patología se conforma a partir de tres elementos fundamentales que son:
+ La Megalomanía: Es un estado psicopatológico caracterizado por delirios de riqueza, poder, u omnipotencia, asociado a delirios de grandeza y una obsesión compulsiva por tener el control de todo. Tiende a ver situaciones o a imaginarlas de una forma tan creativa que solo él termina creyéndoselas, y las puede emplear para manipular sentimientos y situaciones de cualquier tipo. En definitiva, encierra una aspiración al poder, por el poder mismo.
+ El Delirio Místico: El personaje en cuestión afirma ser un ángel, un extraterrestre, Dios mismo o un enviado de El. Asimismo, en determinadas situaciones puede pretender que “recibe mensajes” de Dios y/o la Virgen María, o bien que “canaliza” mensajes de los “Maestros ascendidos”, espíritus o extraterrestres.
+ El Delirio de Influencia: Visto lo antedicho, su capacidad para “salvar” a quienes no recibieron o no entendieron el “mensaje” es frecuente en el discurso y doctrina de estos personajes.
Por otra parte, el elemento paranoide actúa en cuanto el individuo tiene sensaciones angustiantes, como la de estar perseguido por fuerzas incontrolables o ser el elegido para una alta misión, como la de salvar el mundo. Al decir del manual DSM IV, la paranoia es un trastorno de tipo crónico, con mayor o menor virulencia ocasional, que se presenta mayormente en individuos de personalidad orgullosa, ególatra y desconfiada. Finalizando esta observación, podemos citar al psiquiatra español Enrique González Duro que, en su libro “La Paranoia” (1991), señala: “El pensamiento paranoide es rígido e incorregible: no tiene en cuenta las razones contrarias, solo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio, para convertirlo en convicción”.
Es aquí donde aparece una clara característica sectaria que es el “eleccionismo o salvacionismo”. Es decir, creen ser los únicos elegidos por Dios, los ángeles o los extraterrestres, llegado el Día del Fin del Mundo o la invasión desde otras galaxias…
Ahora bien, dando sustancia a todo lo antedicho, mencionaremos algunos casos en que se han visto involucrados conocidos líderes sectarios: Jim Jones (Templo del Pueblo, Guyana, 1979), David Koresh (Rama Davidiana, Texas, EUA, 1994) o Marshall Applewhite (Heaven’s Gate, San Diego, California, EUA, 1997) quienes, por diferentes motivos guiaron a sus seguidores hacia suicidios colectivos aún hoy recordados. Tanto Jones como Koresh, prometieron a sus seguidores encontrarlos en el Reino de los Cielos. Jones les invitó a beber jugo de naranja mezclado con cianuro. Koresh los hizo participar de un tiroteo con la policía que culminó con incendio fatal de su sede. Por su parte Marshall Applewhite y sus 38 seguidores llevaron a cabo la ingestión de barbitúricos mezclados con vodka y luego se colocaron bolsas plásticas en sus cabezas para inducir la asfixia. Cuando los encontraron, sus cuerpos yacían en sus propias camas, con sus caras y cuerpos cubiertos con capas color púrpura. Cada miembro llevaba 5 (cinco) dólares en sus bolsillos. Los 39 (treinta y nueve) estaban vestidos idénticamente con camisas negras, pantalones abrigados y zapatillas tenis color blanco y negro, marca Nike, en las que podía leerse "Heaven's Gate Away Team." Los suicidios se realizaron por etapas, y el resto se purificaba antes de la muerte grupal.
En realidad, no creían que fueran a morir, sino simplemente que serían “rescatados en energía” por una nave espacial que se ocultaba detrás del cometa Hale-Bopp que entonces rondaba las cercanías del planeta Tierra.
En los casos descriptos podemos, no solo identificar los tres elementos configurantes de la psicosis esquizoparanoide precitada (megalomanía, delirio místico y delirio de influencia), sino también notar como cada uno de ellos actúa de manera tal que potencia a cada uno de los otros, dando lugar a la “creación” de ese líder que le dará su propia impronta al grupo que lidere. Al exacerbarse la megalomanía, fortalecerse el delirio místico y, en consecuencia, acrecentarse el delirio de influencia, se produce entre ellos un efecto “feed-back” que los fortalece en extremo, retroalimentándolos y dando lugar a ese pretendido SER SUPERIOR.
Es así como surgen los líderes sectarios de hoy en día sobre quienes debe hacerse una aclaración. No es nuestra misión como investigadores impugnar sus creencias, sostenidas por la amplia libertad de cultos existente en nuestro país, pero sí es nuestro deber impugnar la práctica de esas creencias cuando llevan a contravenir las leyes. Es allí donde reside la clave para enfrentar a las sectas o nuevos movimientos religiosos, también mencionados como religiones alternativas, logrando desactivar el accionar de personajes negativos para la sociedad.
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