Con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011, la agencia de noticias Zenit ha abierto una nueva serie de artículos, de carácter quincenal, en la que la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) irá analizando las creencias religiosas de los jóvenes de hoy esperando que esta nueva serie pueda contribuir a la comprensión del mundo religioso juvenil, como una ayuda para agentes de pastoral y educadores.
A continuación les ofrecemos el primer artículo de la serie, realizado por el sacerdote español D. Luis Santamaría.
El pasado mes de marzo, el Centro de Investigaciones Sociológicas [dependiente del Ministerio de Presidencia de España] reveló que durante el primer trimestre del año 2011 aumentó un 2,7% el índice de asistencia a la misa dominical y a otros actos de culto en España (que llega al 43,7%), aunque la estadística es ambigua en sus resultados, porque en el mismo período ha disminuido un 1,1% el número de los españoles que se consideran católicos (el 73,2%). Mirando otros estudios poblacionales, resulta que según el European Values Study de 2008, sólo el 54,4% de los españoles se considera “una persona religiosa”, frente a la media europea de 67,8%. Y si sumamos las personas que dicen estar muy interesadas o algo interesadas en lo espiritual –así, genéricamente– nos sale la mitad de la sociedad española: el 49,8%. Todos estos datos pueden servirnos para hacernos una idea de la “temperatura espiritual” de España según la sociología, y la permeabilidad que pueda haber ante el fenómeno de las sectas y la nueva religiosidad.
Pero quiero analizar, en concreto, los números relativos a la juventud. Y para ello me voy a servir del último estudio publicado en España sobre este segmento de la población, el Informe de la Fundación Santa María “Jóvenes españoles 2010”. Según el apartado dedicado a lo religioso, elaborado por Mayte Valls, “la religión sigue ocupando uno de los últimos lugares en una escala de valoración de las cosas más importantes para los jóvenes” entre 15 y 24 años. Es indudable que la socialización religiosa es menor, y que Dios es el gran ausente en las familias españolas, en un momento marcado por actitudes de vida consumistas y hedonistas centradas en el disfrute. “En este contexto es difícil que surja entre los jóvenes la inquietud por lo religioso”, señala, pero se asegura su estabilidad como un referente simbólico.
El estudio revela que el 53,3% de los jóvenes se definen católicos, frente al 16% de indiferentes, el 9,3% de agnósticos, el 17,1% de ateos y el 2% de creyentes de otra religión. Además, entre los creyentes habría un gran porcentaje de jóvenes no identificados por la institución eclesial, las prácticas religiosas y la moral católica. Saliendo de este ámbito, vemos que ha aumentado el número de jóvenes que no pertenece a ninguna asociación (81%), y que sólo el 2,4% participa en asociaciones benéficas, y el 1,6% en agrupaciones religiosas. No por casualidad, el asociacionismo es mayor en los jóvenes más religiosos.
Es más interesante aún el apartado de las creencias, donde nos encontramos con que el 19,8% de los jóvenes españoles cree en la reencarnación, superando al 18,8% de los que afirman su fe en la resurrección de los muertos. El estudio señala que crecen tanto la vivencia de una religiosidad católica “a la carta” como lo que los sociólogos denominan las “religiones civiles” (en torno a la ecología, el deporte, el culto al cuerpo, etc.).
Otro dato importante a tener en cuenta es el concepto sobre Dios, que puede estar abierto, y mucho, a las propuestas de las nuevas espiritualidades. En concreto, encontramos estas definiciones del Ser supremo: “lo que hay de positivo en hombres y mujeres” (32,8%), “algo superior que creó todo y de quien depende todo” (35,9%) y, sobre todo, “fuerzas y energías en el universo que influyen en la vida” (41,2%). Todas estas respuestas a la pregunta sobre Dios revelan una idea muy extendida de una divinidad impersonal, muy propia de las corrientes de la Nueva Era.
Seleccionando otros datos de interés, observamos que el 69,5% de los jóvenes cree que es posible vivir la fe “individualmente, sin compartirla con una comunidad de creyentes”, y el 50,1% defiende que “es una cuestión privada y debe vivirse privadamente”. Se trata de un fuerte individualismo religioso que, si bien parece a primera vista que inmunizaría al joven ante el importante carácter grupal de las sectas, lo deja a merced de corrientes espirituales de cuño intimista y de lo más variopinto.
Por último, considero fundamental observar las cifras de la confianza que otorgan estos jóvenes tan poco religiosos (la tercera parte de los cuales considera que “la creencia en Dios es una superstición como otra cualquiera”) al mundo de lo esotérico, fundamental en la nueva religiosidad. El 34,7% cree que en los horóscopos y la astrología “hay o podría haber algo de verdadero”; el 24,7% piensa lo mismo de las mancias (técnicas variadas de adivinación); un 18,7% se fía de los curanderos o de la sanación por poderes; y la cifra más baja se da en la comunicación con el más allá, que convence al 14% de los jóvenes. Los números, curiosamente, son más altos en las mujeres que en los varones, en todos los casos.
Se constata un crecimiento considerable en estas creencias pararreligiosas con respecto a encuestas anteriores. No son datos contradictorios, los primeros y los últimos. Como afirma el sociólogo Juan González-Anleo, “el descenso en las creencias religiosas va habitualmente acompañado de un ascenso de las supersticiones”. Éste es, muy resumido, y con datos actuales, el caldo de cultivo para que, en tiempo de crisis global, los jóvenes de Occidente, ejemplificados aquí en los españoles entre 15 y 24 años, sean un público destinatario en gran medida de las ofertas del mundo de las sectas y de la nueva religiosidad.
A continuación les ofrecemos el primer artículo de la serie, realizado por el sacerdote español D. Luis Santamaría.
El pasado mes de marzo, el Centro de Investigaciones Sociológicas [dependiente del Ministerio de Presidencia de España] reveló que durante el primer trimestre del año 2011 aumentó un 2,7% el índice de asistencia a la misa dominical y a otros actos de culto en España (que llega al 43,7%), aunque la estadística es ambigua en sus resultados, porque en el mismo período ha disminuido un 1,1% el número de los españoles que se consideran católicos (el 73,2%). Mirando otros estudios poblacionales, resulta que según el European Values Study de 2008, sólo el 54,4% de los españoles se considera “una persona religiosa”, frente a la media europea de 67,8%. Y si sumamos las personas que dicen estar muy interesadas o algo interesadas en lo espiritual –así, genéricamente– nos sale la mitad de la sociedad española: el 49,8%. Todos estos datos pueden servirnos para hacernos una idea de la “temperatura espiritual” de España según la sociología, y la permeabilidad que pueda haber ante el fenómeno de las sectas y la nueva religiosidad.
Pero quiero analizar, en concreto, los números relativos a la juventud. Y para ello me voy a servir del último estudio publicado en España sobre este segmento de la población, el Informe de la Fundación Santa María “Jóvenes españoles 2010”. Según el apartado dedicado a lo religioso, elaborado por Mayte Valls, “la religión sigue ocupando uno de los últimos lugares en una escala de valoración de las cosas más importantes para los jóvenes” entre 15 y 24 años. Es indudable que la socialización religiosa es menor, y que Dios es el gran ausente en las familias españolas, en un momento marcado por actitudes de vida consumistas y hedonistas centradas en el disfrute. “En este contexto es difícil que surja entre los jóvenes la inquietud por lo religioso”, señala, pero se asegura su estabilidad como un referente simbólico.
El estudio revela que el 53,3% de los jóvenes se definen católicos, frente al 16% de indiferentes, el 9,3% de agnósticos, el 17,1% de ateos y el 2% de creyentes de otra religión. Además, entre los creyentes habría un gran porcentaje de jóvenes no identificados por la institución eclesial, las prácticas religiosas y la moral católica. Saliendo de este ámbito, vemos que ha aumentado el número de jóvenes que no pertenece a ninguna asociación (81%), y que sólo el 2,4% participa en asociaciones benéficas, y el 1,6% en agrupaciones religiosas. No por casualidad, el asociacionismo es mayor en los jóvenes más religiosos.
Es más interesante aún el apartado de las creencias, donde nos encontramos con que el 19,8% de los jóvenes españoles cree en la reencarnación, superando al 18,8% de los que afirman su fe en la resurrección de los muertos. El estudio señala que crecen tanto la vivencia de una religiosidad católica “a la carta” como lo que los sociólogos denominan las “religiones civiles” (en torno a la ecología, el deporte, el culto al cuerpo, etc.).
Otro dato importante a tener en cuenta es el concepto sobre Dios, que puede estar abierto, y mucho, a las propuestas de las nuevas espiritualidades. En concreto, encontramos estas definiciones del Ser supremo: “lo que hay de positivo en hombres y mujeres” (32,8%), “algo superior que creó todo y de quien depende todo” (35,9%) y, sobre todo, “fuerzas y energías en el universo que influyen en la vida” (41,2%). Todas estas respuestas a la pregunta sobre Dios revelan una idea muy extendida de una divinidad impersonal, muy propia de las corrientes de la Nueva Era.
Seleccionando otros datos de interés, observamos que el 69,5% de los jóvenes cree que es posible vivir la fe “individualmente, sin compartirla con una comunidad de creyentes”, y el 50,1% defiende que “es una cuestión privada y debe vivirse privadamente”. Se trata de un fuerte individualismo religioso que, si bien parece a primera vista que inmunizaría al joven ante el importante carácter grupal de las sectas, lo deja a merced de corrientes espirituales de cuño intimista y de lo más variopinto.
Por último, considero fundamental observar las cifras de la confianza que otorgan estos jóvenes tan poco religiosos (la tercera parte de los cuales considera que “la creencia en Dios es una superstición como otra cualquiera”) al mundo de lo esotérico, fundamental en la nueva religiosidad. El 34,7% cree que en los horóscopos y la astrología “hay o podría haber algo de verdadero”; el 24,7% piensa lo mismo de las mancias (técnicas variadas de adivinación); un 18,7% se fía de los curanderos o de la sanación por poderes; y la cifra más baja se da en la comunicación con el más allá, que convence al 14% de los jóvenes. Los números, curiosamente, son más altos en las mujeres que en los varones, en todos los casos.
Se constata un crecimiento considerable en estas creencias pararreligiosas con respecto a encuestas anteriores. No son datos contradictorios, los primeros y los últimos. Como afirma el sociólogo Juan González-Anleo, “el descenso en las creencias religiosas va habitualmente acompañado de un ascenso de las supersticiones”. Éste es, muy resumido, y con datos actuales, el caldo de cultivo para que, en tiempo de crisis global, los jóvenes de Occidente, ejemplificados aquí en los españoles entre 15 y 24 años, sean un público destinatario en gran medida de las ofertas del mundo de las sectas y de la nueva religiosidad.
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