Entre el 16 y el 21 de agosto, tan sólo hace unos días, Madrid acogió la XXVI edición de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Tuve la suerte, comenta el sacerdote Luis Santamaría, de ser peregrino en este acontecimiento eclesial junto con los jóvenes de mi Diócesis de Zamora, entre una marea humana que algunos estiman que alcanzó en los actos finales del Aeródromo de Cuatro Vientos en torno a dos millones de personas. Benedicto XVI fue el encargado de presidir, desde su llegada el día 18, un evento que reunió a jóvenes de 193 países. Con el lema “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”, el obispo de Roma, sucesor de San Pedro, insistió en la centralidad de Jesús para la vida del cristiano y para la vida del mundo.
Muchos hemos dicho que ha sido un éxito. Algunos ponderan las cifras que se han manejado, y que han sorprendido a bastantes escépticos iniciales, tanto en la cantidad de gente como en el tema económico, entre otros. Pero hay quienes vamos más allá, constatando desde la óptica creyente el éxito de una convocatoria de la fe, centrada en lo esencial, y que ha supuesto una lluvia de bendiciones (por emplear el símil que nos dio la meteorología adversa) para los participantes. Hasta hemos leído valoraciones que, desde parámetros no religiosos, alaban la iniciativa, como la de Mario Vargas Llosa, que en el diario El País ha escrito, tras analizar lo que ha supuesto la JMJ de Madrid, que “la religión no sólo es lícita, sino indispensable en una sociedad democrática”, concluyendo como declarado agnóstico que “creyentes y no creyentes debemos alegrarnos por eso de lo ocurrido en Madrid en estos días en que Dios parecía existir, el catolicismo ser la religión única y verdadera, y todos como buenos chicos marchábamos de la mano del Santo Padre hacia el reino de los cielos”.
Y ahora viene el tema de las sectas. ¿A qué viene? Antes de la celebración de la JMJ, escribí un artículo señalando que este evento católico bien puede servir como un antídoto para la acción de las sectas y la penetración de la nueva religiosidad entre los jóvenes (“La Jornada Mundial de la Juventud, ¿prevención ante las sectas?”, Zenit, 7/07/11). En un sentido semejante, Vicente Jara afirmaba que tanto los aspectos lúdicos y relacionados con el tiempo libre como los más espirituales hacen de la JMJ una alternativa fuerte a la Nueva Era, el sectarismo y el pensamiento mágico (“Jóvenes y tiempo libre: una JMJ frente a las sectas y la magia”, Zenit, 27/07/11). Pues bien, nunca pensé que tendría que escribir algo sobre este tema después de la celebración de la Jornada. Pero lo que vi en Madrid me ha hecho cambiar de opinión.
En las calles céntricas, por las que nos movíamos miles de jóvenes de todo el mundo, no sólo estaban apostados los integrantes de grupos evangélicos que, en un curioso ejercicio de apostolado interconfesional (por no llamarlo proselitismo, tal como se acusa a veces sin razón a la Iglesia católica en otros lugares del mundo), se dirigían a los que íbamos claramente identificados como católicos, para “demostrarnos” que el obispo de Roma se “arroga” títulos que sólo pueden ostentar el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Este tema, delicado desde el punto de vista del ecumenismo, tendría que ser objeto de un tratamiento aparte. Porque, como digo, la alternativa religiosa en la JMJ no se limitaba a este episodio extraño. En torno a los peregrinos la nueva religiosidad quiso aprovechar su ocasión de tener a mano tanta gente interesada en principio en lo espiritual. En concreto, y más de una vez, los jóvenes de mi grupo fueron abordados por los testigos de Jehová y los gnósticos.
Los primeros, bien conocidos por todos, despistaron a algunos por aparecer sin corbata, algo que interpretamos enseguida como estrategia proselitista de un acercamiento más fácil a los jóvenes. Con mucha educación y simpatía, iniciaban siempre las conversaciones preguntando por el sentido de la JMJ y por la experiencia que estaba teniendo el interlocutor. Además, aprovechaban para preguntar por la importancia de Dios o de Jesús en la propia vida, y muy gentilmente deslizaban al peregrino algún material propagandístico. A un compañero mío, por ejemplo, le dieron un ejemplar de su revista La Atalaya. Concretamente, un número reciente dedicado a la figura de Jesús. A pesar de sus bonitas ilustraciones y de la facilidad de lectura, cualquier cristiano medianamente formado percibe que su contenido dista mucho de la confesión bíblica de la identidad de Cristo, deslizándose claramente a un arrianismo puesto al día (precisamente a esa revista dediqué el artículo “La cristología de los testigos de Jehová”, En Acción Digital, 20/04/11).
El otro caso es el de los gnósticos. Adeptos de alguno de los muchos grupos que se basan en las enseñanzas del colombiano autodenominado Samael Aun Weor repartían en las inmediaciones del Parque del Retiro papeles donde se publicitaba el libro Hercólubus o planeta rojo, cuya autoría se debe al “venerable maestro” Rabolú, otro hábil iniciador sectario acostumbrado a la pseudonimia de carácter mágico. Aquí sí que no vale la pena entrar al detalle de su contenido, que ya he comentado en otro lugar (“Apocalipsis gnóstico y manipulación por el miedo”, En Acción Digital, 1/07/07), pero basta con decir que predice un fin catastrófico de este mundo y explica la posibilidad de contactar con los extraterrestres. Vamos, lo más apropiado para una JMJ.
Había personas que se extrañaban de que unos y otros estuvieran en el entorno de los jóvenes católicos venidos de todo el mundo, aprovechando la ocasión para el proselitismo. Desconozco si contaban con personas versadas en idiomas y con materiales adecuados para acercarse a los extranjeros. Pero no es la primera vez que observo esta táctica. Hace justamente diez años, por estas fechas, y en otras latitudes, comprobé el atractivo que tienen las concentraciones de tipo religioso para los representantes de las nuevas espiritualidades. Era la ciudad de Tucson, en Arizona, en cuyo campus universitario tenía lugar una convención nacional del movimiento católico juvenil Life Teen. Antes de entrar en los lugares preparados para el encuentro, varios miembros de la Asociación Internacional para la Conciencia de Krishna –los populares “Hare Krishna”– se dirigían a los participantes para repartirnos propaganda.
Los libros clásicos que alertaban a las familias sobre los peligros de las sectas señalaban los lugares de paso y de estancia de jóvenes como espacios privilegiados para la captación sectaria. Una concentración como ha sido la JMJ de Madrid resultaba un contexto que pocas veces se encuentra, cualitativa y cuantitativamente, por el interés de los peregrinos en las cuestiones del sentido de la existencia. Sin embargo, escasos serán los frutos de una acción proselitista en medio de jóvenes con las ideas más o menos claras, con un corazón mínimamente convertido a Cristo y con una experiencia comunitaria gozosa y fuerte, acompañados por sus sacerdotes y líderes laicos o consagrados. No ha sido el ambiente más propicio para la captación, ni mucho menos, un exitoso encuentro de fe, o esa “cascada de luz”, como ha señalado el propio Benedicto XVI al recapitular la JMJ.
Tuve la suerte, comenta el sacerdote Luis Santamaría, de ser peregrino en este acontecimiento eclesial junto con los jóvenes de mi Diócesis de Zamora, entre una marea humana que algunos estiman que alcanzó en los actos finales del Aeródromo de Cuatro Vientos en torno a dos millones de personas. Benedicto XVI fue el encargado de presidir, desde su llegada el día 18, un evento que reunió a jóvenes de 193 países. Con el lema “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”, el obispo de Roma, sucesor de San Pedro, insistió en la centralidad de Jesús para la vida del cristiano y para la vida del mundo.
Muchos hemos dicho que ha sido un éxito. Algunos ponderan las cifras que se han manejado, y que han sorprendido a bastantes escépticos iniciales, tanto en la cantidad de gente como en el tema económico, entre otros. Pero hay quienes vamos más allá, constatando desde la óptica creyente el éxito de una convocatoria de la fe, centrada en lo esencial, y que ha supuesto una lluvia de bendiciones (por emplear el símil que nos dio la meteorología adversa) para los participantes. Hasta hemos leído valoraciones que, desde parámetros no religiosos, alaban la iniciativa, como la de Mario Vargas Llosa, que en el diario El País ha escrito, tras analizar lo que ha supuesto la JMJ de Madrid, que “la religión no sólo es lícita, sino indispensable en una sociedad democrática”, concluyendo como declarado agnóstico que “creyentes y no creyentes debemos alegrarnos por eso de lo ocurrido en Madrid en estos días en que Dios parecía existir, el catolicismo ser la religión única y verdadera, y todos como buenos chicos marchábamos de la mano del Santo Padre hacia el reino de los cielos”.
Y ahora viene el tema de las sectas. ¿A qué viene? Antes de la celebración de la JMJ, escribí un artículo señalando que este evento católico bien puede servir como un antídoto para la acción de las sectas y la penetración de la nueva religiosidad entre los jóvenes (“La Jornada Mundial de la Juventud, ¿prevención ante las sectas?”, Zenit, 7/07/11). En un sentido semejante, Vicente Jara afirmaba que tanto los aspectos lúdicos y relacionados con el tiempo libre como los más espirituales hacen de la JMJ una alternativa fuerte a la Nueva Era, el sectarismo y el pensamiento mágico (“Jóvenes y tiempo libre: una JMJ frente a las sectas y la magia”, Zenit, 27/07/11). Pues bien, nunca pensé que tendría que escribir algo sobre este tema después de la celebración de la Jornada. Pero lo que vi en Madrid me ha hecho cambiar de opinión.
En las calles céntricas, por las que nos movíamos miles de jóvenes de todo el mundo, no sólo estaban apostados los integrantes de grupos evangélicos que, en un curioso ejercicio de apostolado interconfesional (por no llamarlo proselitismo, tal como se acusa a veces sin razón a la Iglesia católica en otros lugares del mundo), se dirigían a los que íbamos claramente identificados como católicos, para “demostrarnos” que el obispo de Roma se “arroga” títulos que sólo pueden ostentar el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Este tema, delicado desde el punto de vista del ecumenismo, tendría que ser objeto de un tratamiento aparte. Porque, como digo, la alternativa religiosa en la JMJ no se limitaba a este episodio extraño. En torno a los peregrinos la nueva religiosidad quiso aprovechar su ocasión de tener a mano tanta gente interesada en principio en lo espiritual. En concreto, y más de una vez, los jóvenes de mi grupo fueron abordados por los testigos de Jehová y los gnósticos.
Los primeros, bien conocidos por todos, despistaron a algunos por aparecer sin corbata, algo que interpretamos enseguida como estrategia proselitista de un acercamiento más fácil a los jóvenes. Con mucha educación y simpatía, iniciaban siempre las conversaciones preguntando por el sentido de la JMJ y por la experiencia que estaba teniendo el interlocutor. Además, aprovechaban para preguntar por la importancia de Dios o de Jesús en la propia vida, y muy gentilmente deslizaban al peregrino algún material propagandístico. A un compañero mío, por ejemplo, le dieron un ejemplar de su revista La Atalaya. Concretamente, un número reciente dedicado a la figura de Jesús. A pesar de sus bonitas ilustraciones y de la facilidad de lectura, cualquier cristiano medianamente formado percibe que su contenido dista mucho de la confesión bíblica de la identidad de Cristo, deslizándose claramente a un arrianismo puesto al día (precisamente a esa revista dediqué el artículo “La cristología de los testigos de Jehová”, En Acción Digital, 20/04/11).
El otro caso es el de los gnósticos. Adeptos de alguno de los muchos grupos que se basan en las enseñanzas del colombiano autodenominado Samael Aun Weor repartían en las inmediaciones del Parque del Retiro papeles donde se publicitaba el libro Hercólubus o planeta rojo, cuya autoría se debe al “venerable maestro” Rabolú, otro hábil iniciador sectario acostumbrado a la pseudonimia de carácter mágico. Aquí sí que no vale la pena entrar al detalle de su contenido, que ya he comentado en otro lugar (“Apocalipsis gnóstico y manipulación por el miedo”, En Acción Digital, 1/07/07), pero basta con decir que predice un fin catastrófico de este mundo y explica la posibilidad de contactar con los extraterrestres. Vamos, lo más apropiado para una JMJ.
Había personas que se extrañaban de que unos y otros estuvieran en el entorno de los jóvenes católicos venidos de todo el mundo, aprovechando la ocasión para el proselitismo. Desconozco si contaban con personas versadas en idiomas y con materiales adecuados para acercarse a los extranjeros. Pero no es la primera vez que observo esta táctica. Hace justamente diez años, por estas fechas, y en otras latitudes, comprobé el atractivo que tienen las concentraciones de tipo religioso para los representantes de las nuevas espiritualidades. Era la ciudad de Tucson, en Arizona, en cuyo campus universitario tenía lugar una convención nacional del movimiento católico juvenil Life Teen. Antes de entrar en los lugares preparados para el encuentro, varios miembros de la Asociación Internacional para la Conciencia de Krishna –los populares “Hare Krishna”– se dirigían a los participantes para repartirnos propaganda.
Los libros clásicos que alertaban a las familias sobre los peligros de las sectas señalaban los lugares de paso y de estancia de jóvenes como espacios privilegiados para la captación sectaria. Una concentración como ha sido la JMJ de Madrid resultaba un contexto que pocas veces se encuentra, cualitativa y cuantitativamente, por el interés de los peregrinos en las cuestiones del sentido de la existencia. Sin embargo, escasos serán los frutos de una acción proselitista en medio de jóvenes con las ideas más o menos claras, con un corazón mínimamente convertido a Cristo y con una experiencia comunitaria gozosa y fuerte, acompañados por sus sacerdotes y líderes laicos o consagrados. No ha sido el ambiente más propicio para la captación, ni mucho menos, un exitoso encuentro de fe, o esa “cascada de luz”, como ha señalado el propio Benedicto XVI al recapitular la JMJ.
Fuente: En Acción Digital
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