lunes, 1 de diciembre de 2008

El yajé, una droga empleada por algunas sectas, y la búsqueda de la felicidad


Mara Martinoli, de la Asesoría para Grupodependientes (APG) de La Plata, en Argentina, ha escrito un artículo titulado “Algo más sobre el yajé”, que ofrece para los lectores de Info-RIES, debido al interés que despiertan estas sustancias alucinógenas empleadas por diversas sectas y cultos iberoamericanos.

Tomar yajé es una experiencia terapéutica total en la que simultáneamente se purifica el cuerpo y se realiza el auto conocimiento; después de esto se entregan voluntariamente al código moral universal que permite ponerse directamente en contacto con lo divino, para lo cual debe sanarse el cuerpo y humillarse el ego.

Es un fuerte purgante, que produce vómito y diarrea acompañado de náuseas, escalofríos y perturbaciones mentales intensas y miedosas, de acuerdo con los testimonios (visiones conocidas como “la pinta”); permite localizar y exorcizar las causas ocultas de las enfermedades que se atribuyen a intervenciones del mundo de los espíritus; se usa también para predecir el futuro, encontrar objetos perdidos, atraer la lluvia, vengarse de enemigos, favorecer a la propia comunidad y especialmente para encontrar fácilmente la vida espiritual.

Los chamanes lo defienden negando que se trate de una droga, es una planta sagrada que castiga al tomador para reformarlo, porque cuanto se padece es producto de un desequilibrio moral. Esto fascina a quienes buscan “nuevas experiencias” inmersos en un mundo carente de espiritualidad. ¿Una nueva forma de masoquismo? ¿La ficción y los fantasmas cubren la propia angustia? ¿Evita el displacer a través de un exceso que a su vez lo provoca?

Tal vez se recurre al brebaje para sintetizar en él la propia práctica religiosa sin saber que están segregando su sentido en una experiencia que produce sufrimiento en el individuo para poder rechazarlo, ambigüedad que puede llevar a la repetición periódica de dicha experiencia. En esta, como en otras prácticas, el poder lo tiene el mercado, que ofrece y de alguna manera regula la satisfacción (siempre aparente) de los sujetos.

Como en otros consumos, abusos y adicciones se esconde la nostalgia del bienestar y se observa a la sustancia, al objeto, al chamán, al curandero, al maestro, al líder, al grupo mismo como “la fórmula” que permitirá la satisfacción permanente. Es otra forma de desplazar la palabra, las relaciones y fundamentalmente los ideales.

Promesas de terapias cortas y efectivas, mundo interior purificado, visión simplista de la realidad, felicidad, solución a todos los males –físicos y psíquicos– maestros guía y demás prácticas en total coincidencia con cuanto consideramos hoy grupos sectarios. Y como cuanto se ofrece encaja perfectamente con una sociedad materialista que intenta perdonarse con una dosis de espiritualidad, esta práctica está despertando el interés de quien pueda pagarla. Cabe aclarar que estas ofertas que aparecen en los medios siempre se toman de otras culturas que tienen vasta experiencia en lograr la felicidad.

“De acuerdo con los relatos, el tomador sigue la recta descrita por Dante en La Divina Comedia: desciende al infierno, purga sus pecados en el Purgatorio y, con suerte, tiene vistazos del Paraíso; todo depende del tomador y el curandero mediador” – Astrid Álvarez de la Roche, Ecuaciones para un sujeto contemporáneo, Psicoanálisis y el hospital, Ser Impres S.A.-2005- .

La sustancia más dañina puede ser beneficiosa para algunos usos; así también la más inofensiva puede provocar daños irreparables, es decir que en este caso la discusión no se centra en la sustancia en sí misma sino más bien en la propuesta de un nuevo callejón sin salida que nos lleva al punto de partida mostrándonos su fracaso como experiencia transformadora dentro del paraíso de la química universal.

Fuente: Info-RIES nº 108 (28/11/08).

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