sábado, 19 de mayo de 2012

¡Que viene el Harmagedón! (3): los testigos de Jehová

Fragmentos de apocalipsis (13)

Continuamos con la serie "Fragmentos de apocalipsis", del sacerdote D. Luis Santamaría, en su entrega número 13:

Si hablamos de la batalla apocalíptica de Harmagedón, no podemos olvidar a los testigos de Jehová. Hay gente que recuerda la portada de uno de sus libros, tan difundidos por todo el mundo en sus tiradas impresionantes, que se titulaba Usted puede sobrevivir al Armagedón y entrar en el nuevo mundo de Dios, con cubiertas amarillas y casi 400 páginas, nada más y nada menos. Fue publicado en 1958, cuando todavía no eran una confesión religiosa reconocida en España, pero el libro se distribuyó por toda la geografía nacional. Es uno de los tratados clásicos de la secta, y contiene sus peculiares doctrinas escatológicas.

De hecho, se cita muchas veces como muestra de la teología jehovista anterior a la fecha crucial de 1975 (en la que “el fin de este sistema de cosas” no llegó), aunque la sociedad corporativa Watchtower, que controla este movimiento, haya retirado este libro de la circulación. Una afirmación contenida en la obra, y que da una idea de la doctrina, es la siguiente: “Del nuevo paraíso, el jardín paradisíaco habría sido solamente una muestra… En la nueva tierra, se harán los arreglos para muchos matrimonios de los sobrevivientes de la guerra. Ahora, para poder ser ciudadano de esta nueva tierra, es preciso dar el nombre a la sociedad de Testigos de Jehová”. Queda claro lo que toca hacer.

Ya ha aparecido una alusión bélica a lo que sucederá en los últimos días, pero vamos a fijarnos en cómo presenta la secta el tema del Harmagedón (teniendo en cuenta, siempre, la supresión de la “h”, que se cae al traducir el término inglés propio de un grupo muy norteamericano). Es conocida la práctica habitual de los testigos de Jehová de modificar sus doctrinas, en un proceso que ellos denominan “aclaración de entendimiento”, y que no es otra cosa que adaptar la dogmática a sus necesidades coyunturales. En su libro –ojo a los títulos que vienen, que son bien expresivos– “¡Babilonia la grande ha caído!¡El reino de Dios domina! (1972) explican que ya en 1897 publicaron un libro titulado La batalla de Armagedón (editado anteriormente como El día de la venganza), y en él explicaban cómo sería “esta guerra final”.

Sin embargo, “no fue sino hasta el número de la revista Watch Tower del 15 de julio de 1925 que los testigos cristianos modernos de Jehová entendieron que esta guerra final no sería una sencilla lucha humana por la dominación aquí en la Tierra, sino una guerra universal. Sería realmente una guerra con Dios Todopoderoso, en la cual él destruiría a la entera organización del Diablo en el cielo y en la Tierra”. Una batalla que será comandada por el mismo Jesucristo. Así ya queda definido lo que será el Harmagedón.

El discurso es muy previsible, a lo largo de las publicaciones de los testigos de Jehová: la ira de Dios va a venir contra las naciones malvadas, ya que “él tomó su gran poder al fin de los Tiempos de los Gentiles en 1914 y comenzó a gobernar como Rey para siempre por medio de su Mesías que entonces fue entronizado”, según explicaba La Atalaya en 1970. Aunque la hostilidad de las fuerzas del mal será creciente, los fieles no tienen nada que temer, porque “la ira de Dios no es contra los que pacíficamente han buscado reconciliación con él. Estos reconciliados serán los súbditos terrestres con quienes él comenzará su pacífico nuevo sistema de cosas para toda la humanidad redimida”.

Al final, como repiten por activa y por pasiva, habrá literalmente un cielo nuevo y una tierra nueva. Mientras tanto, la mirada sobre el mundo es sumamente negativa. ¿Por qué? Sencillamente porque, como decían en su revista principal en 1973, “su destrucción [la de la Tierra] está muy cerca”, o en un libro publicado en 1975, “vamos acercándonos a ella directamente”, al ir avanzando esa generación que comenzó en 1914 con el inicio del reinado de Cristo y la expulsión de los demonios del cielo, como acabamos de ver.

Es bueno que bajemos a los detalles de cómo será la batalla de Harmagedón, una vez dicho que será una guerra universal real. Todas las realidades mundanas empecatadas (naciones e Iglesias), al perseguir a los “verdaderos cristianos” (los testigos de Jehová, por supuesto), se están poniendo en contra de Jehová y del Cordero. Y, cómo no, “necesariamente viene el choque con Dios después de eso”, que no es otra cosa que la batalla final. Y recuperando la “h” en este momento, afirman preocupados: “¡Todas las naciones ahora van marchando a Har-Magedón! Esto sí, por lo menos, puede decirse sin lugar a equivocaciones según el horario de la Biblia y según los acontecimientos mundiales que cumplen las profecías bíblicas. ¡Es inminente la confrontación con Dios!”.

Ante una guerra tan terrible, ¿hay esperanza para el ser humano? Sí, pero sólo para los que estén en el bando de los buenos, junto a Jehová Dios. ¿Y quiénes van a perder esta batalla? Las referencias que se dan son bien explícitas: “¡Vea a la organización de las Naciones Unidas! ¿Podrá mantenerse en su lugar y repeler el ataque divino? La profecía divina dice: ¡No!”. La ONU va a caer, junto con todo el sistema político y religioso mundial, inicuo.

Jesucristo, el hijo de Dios (pero despojado de la divinidad en una clara herencia del arrianismo), será “el oficial de ejecución para el Juez Supremo”, el “Guerrero celestial” en la batalla apocalíptica. El otro bando, el de los malos, con los reyes de la tierra como generales, será mandado por la bestia de siete cabezas y diez cuernos, que no representa otra cosa que “la potencia mundial dominante”, que comienza con las grandes civilizaciones de la Antigüedad y termina con la séptima cabeza “binaria de la Gran Bretaña y los Estados Unidos de América”. No queramos ver aquí interpretaciones ideológicas. Para evitar esa tentación, la literatura de la Watchtower lo deja bien claro: todas las naciones sin excepción le harán la guerra a Dios, y no sólo el “bloque comunista y anti-Dios de naciones, sino también… las naciones de la cristiandad religiosa. Los gobernantes de la humanidad angustiada siguen hoy la propaganda de guerra de Satanás el dragón simbólico”. De hecho, juntos forman “la entera organización visible del dragón simbólico”.

Y para todos ellos no habrá misericordia: serán exterminados. Las publicaciones jehovistas explican cómo será su final de una forma muy gráfica: “el cuadro que se pinta de ellos, como quienes no merecen una resurrección, es de personas cuyos cadáveres se dejan expuestos sobre el campo de batalla de Har-Magedón, de modo que sus cuerpos hediondos atraen a todas las aves que se sostienen con carroña”. Para los más curiosos, La Atalaya abunda en detalles: “Sí, la sangre fluirá en gran cantidad bajo la mano de las fuerzas de ejecución divinas. Los 69.000.000 de muertos de las dos guerras mundiales parecerán insignificantes en comparación con los que mueran en la guerra de Armagedón procedente de Dios”.

Otro dato importante –fundamental, diría yo– es la datación. ¿Cuándo sucederá todo esto? Agarrándose a la Biblia, leída a su manera, los testigos de Jehová colocan Harmagedón justamente antes del Milenio en el que Cristo reinará sobre la tierra, gobernando a los supervivientes de la gran batalla, los que han sido fieles (es decir, los miembros de la secta). Para situar el acontecimiento, repite la doctrina jehovista que las naciones ya habrán “dispuesto violentamente de la ‘ramera’ religiosa internacional, Babilonia la Grande”, llamada también “el imperio mundial de la religión falsa”, así que las Iglesias cristianas ya no serán un enemigo, porque habrán sido destruidas por las potencias mundiales antes de la confrontación escatológica.

Y la difusión del evangelio, a la manera de los testigos, será otro hecho a tener en cuenta para situar en el tiempo la llegada de Harmagedón. Esto produce un doble efecto atemorizador e intensificador del proselitismo en los adeptos, cuando se escribe: “¡adelante con la obra! Jesús nos asegura que, cuando el trabajo esté hecho, vendrá el fin”.

Con todo esto presente, uno puede hacerse una idea de las motivaciones espirituales y el ímpetu religioso que tienen los testigos de Jehová. Así es como ven el mundo, así es como interpretan la historia y los signos de los tiempos. En uno de sus libros, fechado en 1983, se dice: “¿Y qué hay de la antigua Babilonia? Era poderosa, se sentía confiada, y estaba fortificada con muros macizos. Pero cayó en una sola noche. Así, también, ‘destrucción repentina’ vendrá sobre el inicuo sistema actual. Cuando esto suceda, que se nos halle unidos en la adoración verdadera, por haber tenido ‘muy presente’ el día de Jehová”.

Y, cómo no, esto tiene su reflejo también en el reclamo proselitista que hacen en sus publicaciones, poniendo al lector ante una decisión trascendental en su vida. En las fechas previas a 1975 esto tenía un fuerte acento temporal, urgiendo a un rápido asentimiento a la secta: “La guerra necesariamente tiene que empezar alguna vez. En este caso es Dios Todopoderoso quien fija el tiempo para esta guerra en Har-Magedón. Puesto que no sabemos Su tiempo exacto, pero hay toda buena razón para saber que está cerca, no debemos pensar en tardarnos en tomar una decisión. ¿Cómo sabemos si no estamos ahora mismo del lado de los ‘reyes de toda la tierra habitada’ y por eso contra Dios Todopoderoso? Es del todo urgente que examinemos nuestro caso y averigüemos dónde estamos. Si descubrimos que no estamos del lado de Dios Todopoderoso y su reino mesiánico, entonces es posible que sinceramente deseemos cambiar de lado. De otro modo, pudiéramos decidir quedarnos donde estamos y sufrir las consecuencias”. Consecuencias nada halagüeñas, como hemos podido ver.

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