martes, 29 de mayo de 2012

¿Qué aire se respira en El Arte de Vivir?

Reproducimos un nuevo artículo escrito por el sacerdote uruguayo Miguel Pastorino, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). Versa sobre la secta “el Arte de Vivir” y ha sido publicado en su blog “La verdad os hará libres", en Religión en Libertad.

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A la pintoresca oleada de gurús del difuso océano New Age y sus afluentes -pensemos en Osho, en Claudio María Domínguez, en el “Maestro Amor”, en Isha y su Spa de la conciencia, pensemos en el sinfín de maestros de las energías, del pensamiento positivo y la ensalada de religiones orientales acomodadas al paladar del occidente consumista e individualista-, viene a sumarse uno de los gurús más ricos del mundo, cuyos cursos desembarcaron también en nuestro territorio.

Pero, ¿quién es Sri Sri Ravi Shankar, el líder y fundador de El Arte de Vivir? No cayó del cielo, sino que es un discípulo del fallecido fundador de la controvertida “Meditación Trascendental", Maharishi Mahesh Yogi. Al igual que su primer maestro, Ravi Shankar presenta inocentes técnicas respiratorias tomadas del yoga, pero en realidad difunde su religión en medio de un floreciente negocio. Mientras algunos lo ven como un gran maestro de la espiritualidad oriental, y otros lo tienen por un charlatán que vende humo a los ávidos consumidores de la espiritualidad light. Actualmente es uno de los líderes espirituales más famosos de la India moderna.

Nacido en 1956, Ravi Shankar no descuida su trabajada imagen ni su teñida barba de negro: su presentación oficial nos informa que ya a sus tiernos e inocentes cuatro añitos sabía de memoria el Bhagavad Gita. Sus familiares, en tanto, han compartido ante los medios de comunicación su perplejidad y desconcierto, pues aunque sondean con esmero sus memorias no conservan viva ninguna escena en que aquel párvulo tenga libro alguno ante sus ojos.

El Arte de Vivir ha erigido su sede principal en las afueras de Bangalore (India), donde tiene su ashram, que en nada nos recuerda los clásicos y austeros monasterios de los maestros del hinduismo, sino que se trata en realidad de un deslumbrante mega-hotel-Spa con su lago artificial, su helipuerto, sus cibercafés y librerías, un canal de radio… También se pueden comprar en sus instalaciones unas delicadas cremas bronceadoras en cuyo recipiente el rostro estampado de Ravi Shankar nos acaricia con una sonrisa espiritual y etérea.

La organización “sin fines de lucro” que dirige Ravi Shankar afirma estar en 151 países y tener 20 millones de seguidores. Es la más próspera de las sectas orientales del momento. Tengamos en cuenta que el mercado de los nuevos “gurús” y pseudoterapias New Age mueve, solo en los Estados Unidos, unos seis mil millones de dólares al año.

El Arte de Vivir presenta un gran atractivo: ofrece los efectos benéficos de la religión, pero sin religión. En su mundo no existe el esfuerzo o compromiso. Se adecúa fácilmente a estos tiempos. Es un producto que se integra gentilmente al mercado y que puede ser asimilado sin mayores complicaciones en un aliviado fin de semana de relax y bienestar, y por medio de una serie de sencillas técnicas respiratorias. Y uno sale de allí bruñido, iluminado y pronto para volver a lo suyo. El Arte de Vivir difunde ancestrales y conocidas técnicas orientales, pero las ha patentado como si fueran de su propiedad, y las publicitan como si fueran la gran maravilla del siglo XXI.

Ravi Shankar ofrece también, como muchas de las nuevas sectas New Age, efímeras “pastillas” de bienestar, o, como han señalado algunos críticos, “jarabe de yoga”. Lo grave del asunto es que muchos, hipnotizados con las apariencias inofensivas de El Arte de Vivir, ignoran el verdadero contenido religioso camuflado en un vago lenguaje pero que a fin de cuentas nos inocula la idea de que la divinidad se disuelve en un magma sincrético de tonalidad hindú.

Conocido ya como el “gurú de los famosos” por tener entre sus seguidores a personajes como Marcelo Tinelli, al señor Ravi Shankar le es grato que le repitan “Sri Sri”, que es un superlativo con el que se trata a la divinidad. Tampoco tiene complejos en presentarse con una mezcla de estrella pop con gafas negras bajando de una limusina, y vestido como un maestro de espiritualidad oriental.

Aunque muchos comiencen El Arte de Vivir con la sola intención de realizar meros cursos de respiración a los que se añaden ciertas dietas de purificación, cuando son inducidos a progresar en el camino de iniciación pueden terminar venerando a este personaje como una encarnación de la divinidad. Un investigador argentino sostiene que El Arte de Vivir es al yoga lo que Pare de Sufrir al mundo evangélico. Sus verdaderos fines son disimulados, como tantas veces ocurre, con una caterva de obras de beneficencia.

En Estados Unidos proliferan ya arrepentidos profesores de El Arte de Vivir denunciándola como secta. En el blog Beyond the Art of Living los ex instructores revelan las experiencias del grupo, en nada diferenciables, por cierto, a la de los ex adeptos de cualquier secta destructiva.

La mayor parte de los partidarios de El Arte de Vivir son consumidores de la superficial espiritualidad de “autoayuda”, que está mucho más cerca del consumismo egocéntrico que de la ascesis oriental del desprendimiento y la libertad interior.

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