sábado, 27 de junio de 2009

Antiguo adepto cuenta cómo sufrió abusos cuando era niño por parte del Maestro Amor


“Yo creía que él era Dios”. Así titulaba recientemente el diario argentino La Voz del Interior un artículo firmado por Sergio Carreras en el que se da cuenta del testimonio de un antiguo adepto del Maestro Amor que cuenta cómo fue abusado por el gurú riojano desde que tenía 14 años y afirma también que no fue el único. Su vida en la secta. Los ayunos de orina. Su miedo a ser perseguido por los demás devotos.

Martín acababa de llegar a la ciudad de Catamarca. La primera noche el Maestro se mostraba de buen humor: comía pizza y arrojaba los carozos de las aceitunas a los devotos que lo acompañaban en la mesa. Dos noches después, el Maestro lo llamó y le dijo: "Esta noche vas a dormir conmigo". Era 2002 y el gurú riojano todavía no tenía residencia en las montañas, ni templo, ni escuela, ni barrio privado, ni gozaba de la fama que alcanzaría años después. Vivía de prestado en la casa de un matrimonio de devotos catamarqueños, Juana y Carlos Silva. Hasta ahí llegó Martín esa noche.

"Ya están preparando la pieza", le dijo el Maestro. Martín entró y vio que en la habitación había dos camas. En una estaba durmiendo otro devoto, un hombre mayor, que roncaba con estruendo contra una ventana. El Maestro le dijo que estaba a punto de vivir una experiencia que le pondría fin al trauma que lo había llevado a Catamarca. Meses antes, en una de las visitas del Maestro a Capilla del Monte, Martín le había contado, llorando, que a los 6 años fue abusado por un vecino que lo doblaba en edad. Esta noche, le dijo el Maestro, todo ese mal recuerdo desaparecerá.

Ricardo Javier Ocampo se desvistió, subió sobre Martín y gozó mientras le exigía que no hiciera ruido para no despertar al durmiente de la cama del lado. Al final le susurró que había sido muy valiente, enganchó su dedo meñique con el de Martín y mirándolo a la cara le dijo que a partir de ahora tenían un pacto secreto entre maestro y discípulo que nadie más debía conocer. ¿Ni mi mamá?, preguntó Martín. Ni tu mamá, le respondió el Maestro.

Martín tenía 14 años, había abandonado la ciudad cordobesa donde vivía y atraído por su madre se convirtieron en discípulos del morocho riojano que vestía túnicas, decía que era Dios y se hacía llamar Maestro Amor. "Yo aceptaba todo lo que él decía, quería desesperadamente superar lo que me había pasado", reflexiona Martín al dar su versión de lo que vivió en los últimos años. "Él era el Maestro, me decía que para estar bien debía entregarme a él, todos decían que era Dios, yo lo creía. ¿Cómo no le iba a hacer caso?".

Martín tiene hoy 21 años. Llega a la entrevista con gorra y lentes oscuros, y cuando se desenrosca la bufanda a cuadros que le cubre hasta la nariz deja salir un rostro atractivo. Su padre, sentado junto a él, pide que la nota sea corta, que en dos horas sale el colectivo que los llevará "hacia el sur". Ya no pueden seguir viviendo en la misma ciudad porque tienen miedo de ser perseguidos por los colaboradores más violentos del Maestro.

Martín, que no se llama Martín en realidad, está otra vez a punto de empezar una vida nueva. Hace tres semanas en un arrebato de valentía se presentó ante un fiscal catamarqueño y denunció a quien durante años había considerado un ser divino. Desde entonces, Ricardo Javier Ocampo está imputado por abuso sexual y fue encerrado en la cárcel mientras avanza la investigación. La denuncia de Martín hizo que otros se decidieran: Federico, un riojano, y otro muchacho cordobés que vivía en Catamarca, también denunciaron ante los fiscales supuestos abusos sexuales cometidos por el Maestro.

Martín recuerda que al día siguiente de su primer encuentro sexual con el Maestro le tocó irse a vivir al ashram, el lugar sagrado que a imitación de la ciudad india de Sai Baba, el gurú riojano comenzaba a construir en un páramo de Colonia del Valle, a unos 25 kilómetros de la capital catamarqueña. Martín se fue a vivir en una carpa con otros seis hombres. Su madre, como en el lugar no había comodidades, fue enviada a dormir, con otras mujeres, al galpón usado como templo. Así comenzaron sus largos años al lado de Ocampo.

Cuando el Maestro no lo llamaba a su lado para tener relaciones sexuales, cuenta Martín, le tocaba trabajar duramente seis horas por día a cambio de cinco pesos. Trabajaba junto a otros devotos, menores como él. En los últimos años se encargó del jardín de la residencia particular que Ocampo se hizo construir en el pueblo cercano de Miraflores, donde hoy tiene su escuela Emociones Sanitas y está levantando un barrio-ciudad para sus seguidores. Como a otros chicos que estaban en su situación, Martín abandonó los estudios aconsejado por el Maestro. "Me dijo que para triunfar no necesitaba ir a la escuela".

Martín cuenta que una noche, en un camping, el Maestro se entretenía haciendo que los devotos jugaran a las escondidas. "Mientras, me llamó, me agarró de la nunca y me obligó a hacerle sexo oral. No me penetró porque tenía miedo que llegaran algunos de los devotos y lo vieran". Otras veces las relaciones tuvieron lugar en el predio del ashram. "Me llevó cerca de la cocina, a la intemperie, y volvió a penetrarme. Era de noche, muy oscuro. Cuando terminó, me dejó tirado y se fue a conversar con mi madre, que estaba a pocos metros, hablando con otra mujer".

Martín no podía resolver la contradicción de que le estuviera pasando eso a manos de una persona a la que él quería y a la que todos consideraban "un ser de luz". Tampoco podía hablar con su madre sin violar el juramento que había hecho al Maestro. "Mata a tu madre, mata a tu madre. Eso me decía siempre el Maestro, supuestamente para que me independizara como persona". Una noche, ya cansado de las arremetidas sexuales de Ocampo, se animó y le dijo: ¿Es necesario seguir con esto? No me gusta.

"Me respondió que ese era mi karma, que yo había sido un violador en una vida pasada, que había abusado de mucha gente y cuando era chico había sorprendido a mis padres teniendo relaciones. Que no pudo superarlo y ahora tenía que pagar por eso. Me dijo que teniendo relaciones con él me estaba aliviando la carga. Que si no quería hacerlo con él, me iban a violar entre muchos en algún baldío o me iban a matar, que siempre iba a ser más ligero y fácil con él. Otra noche me dijo que, en realidad, eso no me estaba sucediendo en mi cuerpo físico, sino que era algo astral, que era una energía que él creaba para reflejar lo más malo de una persona".

Dice Martín que se dio cuenta de que no era el único muchacho que tenía relaciones con el Maestro. "Aunque eso no lo hablábamos, uno se daba cuenta quién estaba pasando por lo mismo", Martín enumera una docena de varones que habrían tenido relaciones con Ocampo. "Su actual mano derecha, ya un hombre grande, también fue su pareja. Además, tiene como amante a un muchacho, de unos 35 años, con quien se da besos en la boca a la vista de los demás".

Martín dice que lo que ocurría con él y otros muchachos no pasaba desapercibido para los devotos más cercanos a Ocampo. "Cuando yo salía del dormitorio, el sobrino de Ocampo se burlaba de mí. Me hacía señas obscenas y me gritaba si me había gustado". El devoto dueño de la casa donde Martín cuenta que fue abusado por primera vez (Carlos Silva) dijo a este diario que lo recuerda. "Sólo lo conozco de vista y lo vi en Miraflores. No me acuerdo que haya estado en mi casa. Creo que estas denuncias son un invento".

La vida en la secta de Ocampo se hizo dura para Martín. "Una vez al mes hay que hacer ayuno. El Maestro lo promueve para grandes y chicos. Hay que levantarse temprano y durante el día no beber otra cosa que la propia orina. Sólo está permitido meditar y escuchar sus palabras. Al segundo mes son dos días de ayuno con orina y al tercer mes, son tres. Dice que hay que privarse de comer. A veces hay desmayos y personas que tienen bajas de presión. A veces, mientras hacíamos ayuno, el Maestro se comía un lomito y nos decía: ‘No te reprimas’, para ver si dejábamos el ayuno".

"Algunos días –sigue contando Martín– el Maestro salía y tiraba flechas hacia arriba y los devotos, parados al aire libre, debían esquivarlas cuando caían. Una vez una mujer resultó herida. Otro de los adolescentes que, según Martín, fue abusado por Ocampo desde muy chico, un día explotó y le contó al resto lo que le había pasado. "El Maestro llamó a dos varones, que están en pareja con mujeres, y los mandó a que salieran a decir que él había tenido relaciones sexuales con ellos. Después juntó a los devotos y les dijo que todo había sido una mentira".

En la página oficial de la secta, Ocampo tiene un apartado donde incluye las entrevistas más amables que le han hecho. En una que mantuvo con una periodista española, le preguntaron si él practicaba el sexo. Esto respondió: "La sexualidad es una energía poderosa que puede ser empleada como energía sagrada, que es en el despertar de la conciencia. En mi caso es innecesario experimentar la vida sexual".

El testimonio de Martín se suma al que años atrás dio a este diario una devota cordobesa que narró cómo Ocampo le habría quitado a su pareja. "Mi novio me contó que el Maestro le dijo que iba a perder algo que apreciaba mucho: la virilidad". También contó que conoció a varios muchachos que dormían con el Maestro.

Desde Mar del Plata, un grupo de ex seguidores de Ocampo, luego de un presunto intento de abuso contra el líder del grupo, emitió un extenso comunicado en el que lo acusaron de dirigir una secta basada "en la sodomización como una unión con Dios". Ocampo dice que le es innecesario experimentar el sexo, pese a que los devotos que viven con él en Miraflores y Colonia del Valle pueden decir otra cosa. También a Martín le llegó el día que explotó. El muchacho fue y contó toda su historia a una devota que es psicóloga. Me dijo que "si el Maestro hace eso es por algo". Luego llegó la hora de contarle la historia a su madre, que vivía con su nueva pareja en Miraflores.

El hombre le dijo que hiciera la denuncia, pero luego habría cambiado de idea cuando Ocampo le dio dinero para comprarse un Peugeot 306. Martín también contó lo que le pasó, en la escuela Jorge Luis Borges, de Miraflores, a la que hacía poco había vuelto con energía, ganándose el lugar de abanderado. "Días antes habíamos hablado de la libertad. Creo que esa clase lo motivó a contarnos y a hacer la denuncia", dijo a este diario la docente que, llorando, escuchó el testimonio de Martín. "El Maestro me llamó por teléfono y me dijo: ‘¿No quedamos que ni a tu mamá se lo contabas?".

El padre de Martín se enteró de lo ocurrido por los medios. El joven vivió con él hasta que su madre le pidió permiso para llevárselo a Catamarca. "Escuché la noticia y supe que era él", dice. Ahora tomó la decisión de proteger a su hijo y buscar un rumbo nuevo. Tienen miedo de que algunos devotos del riojano hayan sido enviados a buscarlos. "Se vuelven fundamentalistas", dice Martín. "Cuando estaba en el ashram una mamá me dijo que si viera al Maestro sacar un revólver y pegarle un tiro a su hijo, ella pensaría que es algo trascendental, porque él es Dios y por algo lo haría". El hijo de esa mamá, dice Martín, también pasó por lo mismo que él. También sufrió en carne propia la ciega credulidad de los demás.

Fuente: Info-RIES nº 138 (21/06/09).

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