D. Luis Santamaría es sacerdote de la Diócesis de Zamora, donde es párroco de nueve pueblos y delegado diocesano de Medios de Comunicación Social. Lleva muchos años investigando la nueva religiosidad y es miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). Acaba de participar como ponente, junto con otros compañeros de esta red, en las XXIV Jornadas para Delegados Episcopales y Directores de Secretariados de Relaciones Interconfesionales bajo el título “La realidad de las sectas y la nueva religiosidad en España”. Ha publicado algunos libros sobre el tema, como “¿Qué ves en la noche? Religión y sectas en el mundo actual”, y “Entre las sectas y el fin del mundo. Una noche que murmura esperanzas”. Reproducimos a continuación la entrevista que le ha hecho Lourdes Artola para la agencia SIC.
P. ¿Hablamos de sectas, y hablamos de un tema actual o no está socialmente presente?
R. Hablamos de un tema de actualidad, desde luego. Pero no es el mismo fenómeno que nos encontrábamos, por ejemplo, hace 25 años, cuando hubo una gran preocupación social, mediática y hasta política en nuestro país. En aquel momento también la Conferencia Episcopal Española acogió algunos encuentros como éste. Sin embargo, las sectas que más asustaban entonces no tienen tanto éxito ahora, aunque su peligrosidad siga estando presente y afecte a familias y personas. Ahora lo que más vemos crecer es la religiosidad de la Nueva Era, las nuevas terapias, el esoterismo, los intentos de “religión sin religión” que acaban engañando a los que caen en sus redes.
P. ¿Qué dice el Magisterio de la Iglesia sobre las sectas y la Nueva Era?
R. Aunque no se conozca mucho, hay una rica reflexión y enseñanza de la Iglesia católica sobre estos temas. Como muestra, durante su pontificado, san Juan Pablo II se refirió hasta en 50 ocasiones al fenómeno sectario y a la nueva religiosidad. También Benedicto XVI y Francisco han hablado sobre esto, y encontramos el tema tratado en otros documentos del Vaticano y de conferencias episcopales de todo el mundo, sobre todo de Iberoamérica. ¿En resumen? Se trata de un desafío a la Iglesia, que le hace preguntarse en el fondo qué ha hecho mal para no llegar con el mensaje siempre salvador de Jesucristo a personas que se van a las sectas, incluso desde dentro de nuestras comunidades. Se trata de una reflexión autocrítica: ¿qué vacíos ha dejado la pastoral de la Iglesia que vienen a aprovecharlos las sectas? Y, junto a esto, la necesidad de acompañar, atender y restaurar a las víctimas.
P. Las sectas se han adaptado a los tiempos y sus maneras de captar adeptos ha cambiado. ¿Cómo lo hacen hoy?
R. El proselitismo, esa forma ilegítima de buscar nuevos adeptos, puede adoptar muchas formas diversas, de las que se ha hablado mucho en la literatura especializada: actividades culturales interesantes, contacto preciso con personas en situaciones de vulnerabilidad, difusión de material publicado… Incluso a veces pueden hacerlo de forma indirecta, simplemente estando ahí, en Internet y las redes sociales, para que las personas que están en búsqueda puedan acercarse e interesarse por algo cuyo rostro es atractivo y aparentemente útil para la vida.
P. ¿Qué es lo último en sectas? ¿Contra qué debemos estar prevenidos?
R. En algunas áreas que en sí son ciertamente positivas, como la psicología y el crecimiento personal, la ecología, la salud integral, la meditación y la paz interior… nos encontramos muchas veces con propuestas a caballo entre lo espiritual y lo científico, con mezclas peligrosas en las que se acaba cayendo en magia y superstición, simplificando mucho el análisis. Se juega con las necesidades y las esperanzas de la gente con terapias, propuestas de salvación sin demasiada apariencia religiosa, promesas de ascenso espiritual. Un barniz oriental o pretendidamente científico, o un interesante carácter oculto, pueden servir para atraer a la gente.
P. ¿Qué es lo más peligroso de una secta? ¿Lo económico? ¿Lo espiritual? ¿El fin para el que ha sido constituida?
R. Lo más importante, como hemos podido ver estos días al hablar de las víctimas de estos grupos, es el efecto global sobre la persona y su entorno más cercano. Nos encontramos a personas rotas, avergonzadas por lo que han vivido y sin saber muy bien qué hacer, cómo recuperarse, a quién pedir ayuda. Más allá de lo que pueda haber de expolio económico o de otros tipos, estamos hablando del sentido de la vida, de la persona en su conjunto.
P. En España, ¿con qué sectas nos podemos encontrar?
R. He estado investigando, con el apoyo de la bibliografía que existe y con la ayuda de Internet, y he hallado unos 350 grupos que podemos situar en esta categoría. Pero hay muchos más, por supuesto, ya que solamente he contado con los que se dan a conocer, dicen dónde están y qué hacen. Para clasificarlas de forma sencilla, podríamos hablar de sectas de impronta cristiana, sectas de origen oriental, grupos neopaganos, grupos esotéricos, etc. Si a esto añadimos el complejo mundo del satanismo, los cultos sincretistas afroamericanos y las sectas de matriz islámica, el número aumenta, claro. Es un fenómeno que está ahí. Los números no deben asustarnos, pero hay que ser realistas y no cerrar los ojos ante algo que está y actúa, muy cerca de nosotros.
P. Habló en una ocasión sobre el incremento y la peligrosidad de terapias como el yoga o el reiki y que últimamente están muy de moda… ¿Por qué este tipo de terapias presentan un problema real?
R. Presentan un riesgo, ciertamente, porque muchas veces se presentan como lo que no son. Desde muchos grupos se ofrecen diversas técnicas de meditación, de sanación… que se presentan como algo simplemente terapéutico, cuando hay todo un trasfondo filosófico y religioso que se pretende ocultar. Por un lado, hay que señalar el asunto de su eficacia o no, algo bastante discutible. Como dije antes, se juega alegremente con las necesidades y las debilidades de las personas. Por otro lado, hay creyentes que piensan que, como supuestamente no se trata de algo religioso, es totalmente compatible con su fe. Ojo con esto, porque en muchas ocasiones hay mucho más detrás. Como ha dicho el experto uruguayo Miguel Pastorino en este encuentro, se dice que “no es religión, sino terapia”, mientras que en el fondo trae consigo una autodivinización del hombre, que ya no necesitaría a Dios, porque se identifica con él, con lo absoluto. Además de que podamos encontrarnos con grupos que manipulen en torno a esto.
P. ¿Qué tiene que hacer una persona que tiene un amigo/familiar/cónyuge en una secta?
R. Lo más importante es mantener los vínculos con esa persona, sus redes sociales anteriores, sobre todo el vínculo familiar. Que la persona sepa que es querida, incondicionalmente, y no enfrentarse con ella refiriéndose de forma negativa a su adscripción sectaria. Y, además, es bueno pedir ayuda especializada, desde el ámbito de la psicología, pero una psicología que considere al ser humano en su conjunto, valorando de forma positiva el hecho religioso y, de este modo, tenga en cuenta el perfil del adepto, sus necesidades espirituales. En la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) procuramos ofrecer asesoramiento y ayuda a las familias y personas que lo necesitan, gracias al trabajo voluntario de personas con experiencia en este campo. Pueden contactar con nosotros en ries.secr@gmail.com.
Fuente: Agencia SIC
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