lunes, 10 de agosto de 2009

Responde la familia de la testigo de Jehová fallecida por no recibir una transfusión



Con anterioridad hemos dado la noticia de la muerte de una testigo de Jehová sevillana por un accidente de tráfico, tras el cual no pudieron transfundirle sangre por haber declarado con anterioridad su negativa a esta práctica médica. Según informa I. Comesaña en El Correo de Andalucía, Carmen murió tras negarse a recibir una transfusión de sangre, siguiendo sus creencias como testigo de Jehová. Su organización religiosa y su familia niegan que ése fuese el motivo de su muerte y piden “respeto a las personas que expresan su voluntad de no aceptar algún tratamiento médico”. La ley la amparaba.

La mujer, de 61 años y vecina de Montequinto, en Dos Hermanas, sufrió un accidente el pasado 25 de julio en la autovía Sevilla-Cádiz y llegó al hospital de Valme en helicóptero, aún consciente. Llevaba la tarjeta que los testigos de Jehová siempre tienen encima para dar a conocer que han firmado un certificado de voluntades anticipadas e incluso aportar su número de registro para asegurarse de que los médicos seguirán sus deseos; además del nombre de una persona que decidiría por ellos si estuvieran inconscientes.

Carmen, casada, madre de 9 hijos y testigo de Jehová desde hacía 37 años –asistía al Salón del Reino de Montequinto–, llegó con varios familiares que coincidieron en respetar su voluntad de no recibir sangre, ni siquiera si era imprescindible para salvar su vida. La secta y su familia afirman además que no lo era.

Negativa a las transfusiones

“Desde el Génesis, Dios comunica que considera la sangre el principio de la vida, y por eso no debe utilizarse en modo alguno; es derecho único y exclusivo de Dios”, explicaba el portavoz nacional de la comunidad, Aníbal Matos. “Pero no puede decirse que María del Carmen muriera por eso: falleció a los 20 minutos de la operación. Dada la agresividad del trauma sufrido en el accidente parece poco probable que hubiera podido sobrevivir. Además, tomaba un anticoagulante, y pudo afectar”. Según el auto del juzgado de Instrucción 7 de Sevilla que autorizó su entierro, la muerte se debió a un “síndrome anémico agudo secundario al traumatismo abdominal cerrado”.

Su familia aseguró en un comunicado remitido anoche: “Tras la muerte, el médico forense nos explicó que su situación, aún poniéndole sangre, era incompatible con la vida”. El hospital de Valme declaró que “la actuación clínica fue totalmente correcta. Hubo un rechazo expreso a un tratamiento concreto, algo que está protegido legalmente pero que puede tener consecuencias, incluido el fallecimiento”. El centro no quiso precisar si la muerte fue consecuencia directa de esa decisión, alegando que ese dato pertenece a la intimidad del paciente.

Los testigos de Jehová no aceptan sangre ni hemoderivados, ni siquiera autotransfusiones, aunque sí trasplantes de órganos. Insisten en que hay tratamientos alternativos que permiten suplir esas transfusiones que su fe rechaza.

El Colegio de Médicos de Sevilla recordó que cuando alguien se niega a una práctica que los facultativos consideran indispensable para su vida, “siempre” se recurre al juez de guardia antes de desistir del tratamiento. El Colegio Médico de Madrid tiene en internet un texto específico sobre la negativa de los testigos de Jehová a admitir transfusiones en el que recuerda que, aunque existen conflictos entre tribunales, la jurisprudencia protege esta postura, con reticencias si el paciente es menor. De hecho, actuar contra la voluntad del paciente puede tener consecuencias penales.

El viudo: “Carmen amaba la vida”

"Mi esposa amaba la vida, a sus hijos y a sus nietos". “Mi esposa amaba la vida, a sus 9 hijos y a sus 17 nietos, apreciaba cada segundo. Estamos aturdidos de que alguien haya podido pensar que quería morir”, explicó Juan Manuel Vázquez, el esposo de la fallecida. “Los médicos nos han dicho que sus lesiones eran muy graves y que aún con sangre no hubiera vivido. Pero ella firmó las voluntades anticipadas hace años, como he hecho yo también, por motivos de fe”, explicó.

El texto enviado por la familia, firmado por el esposo, los hijos, los yernos y las nueras de Carmen, insiste en que la mujer “procuró vivir una vida cristiana fiel a sus principios”. “Y agradecemos a la Junta de Andalucía que haya protegido con el documento de voluntades anticipadas esa convicción”, dijo Juan Manuel en alusión al impreso que Salud facilita para que los pacientes puedan negarse a recibir los tratamientos con los que no estén de acuerdo.

Con la misma fe como testigo de Jehová con la que Carmen vivió, la que le hizo dejar por escrito que no aceptaría una transfusión ni aunque le costase la vida, su familia no se permite ni siquiera caer en la pena del luto. “Estamos destrozados, pero sabemos que ella hubiera querido que siguiéramos transmitiendo nuestro mensaje, como ella hacía”, dicen su marido y sus hijos.

“Nosotros somos temerosos de Dios. Obedecemos a Dios y al César, pero si entran en contradicción, obedecemos a Dios. Ocurre con la guerra, a la que los testigos de Jehová no acudimos, y también con la sangre. No podemos recibirla porque es la ley de Dios”, explicaba Juan Manuel, el marido de Carmen Ruiz, de 61 años. Con una entereza inusual destaca la firmeza de la fe de su esposa y sus ganas de vivir. La familia se ha sentido molesta de que ese amor por la vida se haya puesto en duda por su decisión de no aceptar una transfusión de sangre, como ordena su religión.

Carmen, madre de nueve hijos y abuela de 17 nietos, sevillana del Cerro del Águila crecida en el barrio de Santa Cruz, iba en coche hacia la playa con su esposo y otra pareja, “para andar y que se le aliviara el dolor de piernas”, cuenta su esposo. En la autovía Sevilla-Cádiz sufrió un accidente que le produjo serias lesiones internas. Fue operada sin recibir sangre, como había dejado escrito en el documento de voluntades anticipadas que facilita la Junta de Andalucía y que protege la ley.

Su familia asegura que una transfusión no la hubiera salvado, pero que ésa no era la cuestión: lo esencial, reiteran, era que Carmen “fue muy feliz e hizo muy felices a los demás viviendo como creyente, encontró el sentido de la vida en Jehová, e hizo lo que deseaba hacer”. A quien no entienda su decisión, su marido le ofrece “ayuda e información; nosotros hemos estudiado la Biblia y hemos visto que todo lo que decía se cumplía, por eso confiamos. Igual que confiamos en la Resurrección y en que nos reencontraremos con ella. Si no, al menos en mi caso, la vida perdería todo su color”. En su lápida han inscrito el anuncio de la resurrección del Evangelio de Juan (5: 28-29).

Así era su vida, explica su marido, centrada en la oración y en “comunicar el mensaje a los demás, sobre todo a los que sufrían”. Carmen no trabajaba y dedicaba muchas horas a estudiar la Biblia y luego visitar las casas de sus vecinos para transmitirles las enseñanzas de su secta.

Reunidos en casa de la hija mayor, Regla, para acompañar al padre, y revisando fotos de Carmen, la familia la recuerda “optimista y luchadora. Lo malo lo hacía bonito, levantaba cualquier situación, trabajaba hasta que los demás nos agotábamos sólo con verla”, dice Regla, que destaca además que “estaba muy enamorada de mi padre, y mi padre de ella, de una forma que no ha sido normal. Ahora como madre aprecio mucho más que sacara a nueve hijos adelante”.

En ese estilo de vida ellos encuentran un modelo que imitar, “pero no sabemos si podremos llegar a la altura de ella”. Carmen fue quien introdujo el estudio de la Biblia en la familia. “Antes, cuando vivíamos en Barcelona, éramos... digamos que un poco libertarios, yo era un hippy”, dice con una sonrisa su esposo, con quien estuvo casada “casi 40 años”. Se conocían desde jóvenes, “pero quién me iba a decir a mí que iba a poder alcanzar a alguien como ella”, dice su marido. En Barcelona ella empezó a estudiar la Biblia y ambos empezaron a vivir según sus mandatos hace más de 35 años, y esa fe permanecieron hasta el final, “porque es evidente que el mundo va mal e iría mejor si todos siguiéramos los dictados de Dios”, insiste Juan Manuel.

Su dedicación estos últimos años eran su familia y sus amigos, “sobre todo la gente que necesitaba lo que ella les enseñaba, sus reflexiones sobre la vida”. Por eso hace unos años se mudaron a Montequinto, donde hacían una vida mucho más de barrio, “con más sitios para pasear”. Allí encontraron también una comunidad de testigos de Jehová en la que se encontraron cómodos. Ella ni siquiera quería coger vacaciones porque le costaba alejarse de su día a día, recuerda su marido. Ahora, en un trance tan duro, no dudan de que hizo bien. “Y nos sostiene saber que tenemos que seguir adelante porque ella hubiera querido que tuviéramos entereza; Y también nos sostiene Jehová”.

Comunicado de la familia

En vista de la difusión que ha tenido en los medios de comunicación la noticia de la muerte de María del Carmen Ruiz Bergali de Vázquez, sus familiares (esposo, hijo y parientes próximos) deseamos hacer constar lo siguiente. Primero: no puede afirmarse de manera inequívoca que la causa de su muerte haya sido su negativa a la sangre. En su caso, la violencia del trágico accidente de tráfico mermó sus posibilidades de supervivencia.

Dar a entender que se hubiera salvado si hubiera aceptado una transfusión no es ceñirse a la realidad, pues su estado era muy crítico cuando llegó al quirófano. Después de su fallecimiento, el médico forense nos explicó que su situación, aun poniéndole sangre, era incompatible con la vida.

Segundo: es lamentable que algún medio de comunicación aproveche su muerte para hacer comentarios tendenciosos respecto de las convicciones de fe de María del Carmen Ruiz Bergali, esposa y madre, que procuró vivir una vida cristiana fiel a sus principios.

Tercero: entendemos que, así como respetaríamos la decisión de cualquier persona que, con grave riesgo de muerte, decidiera no aceptar un tratamiento de quimioterapia agresivo, o la amputación de una extremidad, porque prefiere que se respete su derecho a una muerte digna o a la integridad física, deseamos que se respete la decisión de nuestra difunta; máxime cuando fue tomada desde su profunda convicción y en aras de un derecho que la ley de nuestro país le reconoce.

Por último, y pese al triste desenlace, agradecemos a la clase médica y a las autoridades el respeto a la voluntad de María del Carmen, y el noble empeño que, dentro de las inevitables limitaciones de su estado, pusieron en ayudarla.

Juan Manuel Vázquez Marín. Portavoz de la familia Ruiz Bergali. Sevilla.

Valoración de un periódico

Según el comentario editorial de El Correo de Andalucía, el caso pone otra vez sobre los focos de la atención pública una situación que para la mayoría de los ciudadanos es incomprensible: cómo se puede permitir que una persona muera en virtud de su fe a sabiendas de que podría salvarse si aceptase una transfusión. El rechazo proviene de una interpretación tan legítima como extraña de unos versículos de la Biblia que impedirían el uso de sangre ajena para la sanación del creyente.

Los testigos de Jehová atienden a esta creencia y sus convicciones son protegidas en todos los ámbitos jurídicos. La Constitución reconoce que el derecho a la vida no puede considerarse jurídicamente superior al derecho de estos mismos ciudadanos a la defensa de sus convicciones mientras no afecte a terceros. Y el artículo 11 de la Ley de Autonomía del Paciente desarrolla este amparo al desarrollar la aplicación de los denominados documentos de instrucciones previas.

Debe quedar claro, por tanto, que cuando un profesional médico actúa de este modo lo hace porque cumple con la legislación sanitaria y en virtud de la aplicación de un derecho de libertad religiosa del paciente que se antepone a su propia obligación profesional. ¿Tiene esto sentido común? ¿Se puede aceptar una muerte que podría haberse evitado por una cuestión de fe? Son cuestiones muy controvertidas que necesitan de un amplio consenso social, pero lo cierto es que están recogidas por ley y a ellas hay que atenerse.

Fuente: Info-RIES nº 144 (6/08/09).

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